miércoles, 4 de abril de 2012

NUEVOS TEXTOS SOBRE LA MUESTRA DE CINE JOVEN

Todo por la Muestra (notas tardías sobre un suceso)
En nuestro amado país, donde ya tan pocas cosas nos resultan honorables, atentar contra la Muestra, de la forma que sea, con dolor o sin él, es demasiado grave, demasiado fula.
La Muestra va siendo una de las obras más grandes y perdurables que el ICAIC puede exhibir ante Cuba y el mundo. Cuando muchos cuestionan su preeminencia, el ICAIC, serenamente, nos apoya y muestra.
Este instituto estatal, que en plena crisis se elevó a ser nuestro, que nos acogió y puso de su parte, no debería regatearnos su confianza. Ni lo merecemos, ni lo merece, después de todo, él.
Esta institución de la cultura, que tuvo ayer la fuerza moral para hacer frente a parametraciones y disoluciones, debería hoy, más que nunca, dar otra prueba de soberanía y madurez.
Esta cinematografía y sus funcionarios, que tan pocos paradigmas vivos pueden tender como puente, deberían honrar más a nuestro Fernando, no por infalible, sino por limpio.
Nosotros, jóvenes realizadores, cubanos habituados a la omisión culpable, a la queja de temporada, a otra cosa mariposa, deberíamos estar de luto. Un luto también por nuestra cuota de ocio y tardanza.
Ahora me pregunto, ¿tendría el ICAIC la capacidad de sentarse con nosotros, de propiciar un diálogo donde podamos escucharnos mutuamente y hacer algo que repare el daño o evite nuevas heridas?
En lo que nos toca, no nos quedemos tranquilos nunca. No confiemos ni en estas ni en otras palabras. Pero desaprendamos a callar, como ayer aprendimos a acatar.
Por la Muestra, TODO.

Juan Carlos Calahorra

¿La película de quién?
Sería muy ingenuo pensar que la renuncia de Fernando Pérez, (quien por varios años consecutivos ha estado al frente de la Muestra Joven), no traerá ningún resultado a corto o largo plazo. Me preocupa enormemente la salud de un movimiento que ha logrado abrirse camino gracias a ese espacio de libertad, que a lo largo de once duros pero fructíferos años, ha ganado un terreno invaluable para todos aquellos que se han propuesto expresar ideas a través del audiovisual. Por eso es que una noticia como ésta, lejos de aumentar el escepticismo, debe ponernos a pensar y pensarnos en serio.
A veces las cosas más obvias son las primeras en dejarse entre renglones y en ocasiones en ocultarse. No olvide nadie que la decisión de crear la Muestra surgió de una urgencia de poblar al cine cubano de nuevos realizadores, porque los únicos que había tenían ya casi 50 años o más. ¿Qué queda hoy de esa urgencia? ¿A quién le interesa que se mantenga? ¿Será que ahora hay demasiados y es muy molesto y difícil controlar la avalancha? ¿Será que censurando, acallando, verticalizando, se está actuando real y sanamente en nombre de la “verdad”?
Para nadie es un secreto que cada año se presentan más trabajos en la Muestra. Que ya no solamente las dos escuelas de cine son el cantero fundamental de donde salen los “cineastas”. Los límites se hacen cada vez menos visibles. Hay de todo, pero no todos lo ven. Y la Muestra es uno de esos pocos espacios desde donde aún puede uno formarse una impresión sobre los vientos que determinan las direcciones del cine cubano actual.
Hoy es perfectamente normal tener una cámara digital y filmar con ella cualquier cosa que parezca medianamente interesante. Ya no se trata del cómo. Ahora lo que se impone es el por qué. Y creo que ahí, en ese compromiso, es donde debe radicar también la necesidad de aquellos que nos sentimos parte de este espacio, de no permitir que algo como esto ocurra y que pase desapercibido frente a nosotros. Aguda tendrán que ser las estrategias que habrá que seguir de ahora en lo adelante para no dar un paso en falso que pudiera ser fatal. Es hora de que nos pronunciemos en pos de una solución justa, donde la incomprensión no borre lo logrado hasta el momento.
Alerto sobre el peligro que supone que otros supongan que han ganado la pelea, y que bajo el ardid de los buenos dirigentes, se escuden en la excusa de proponer que ahora la Muestra ya no pertenezca al ICAIC, (para que no haya más este tipo de “problemas”) y que pase a ser enteramente de los jóvenes. ¿Qué lindo suena, verdad? A primera vista parece una oferta tentadora, pues siempre nos hemos quejado de que no actuamos más porque la fiesta nos la hacen otros. Pero habría que ver si, en el caso hipotético que pasara lo primero, podría el nuevo evento sostenerse sin un apoyo institucional, o mejor dicho, teniendo sólo la espalda institucional. Eso sería botar el sofá. Mejor concentrarnos en el peligro al que nos exponemos si no actuamos con cautela, pues sin darnos cuenta, nosotros mismos podemos provocar la desaparición de la Muestra.
Me gustaría pensar que entre los que nos dirigen, existe la voluntad expresa de que aquellos que hemos decidido decir cosas desde aquí, sin otro ánimo que el de contribuir a enriquecer nuestra cultura, podamos seguir haciéndolo en un marco cada vez más democrático e inclusivo, donde confluyan posturas diferentes de manera natural, y que de ese ajiaco puedan salir mejores soluciones para nuestros propios problemas. No los de otros, los nuestros, que al fin y al cabo son los que más nos duelen y más nos quitan el sueño.
No creo que se trate ahora de tomar como pretexto la renuncia de Fernando para hacer catarsis y provocar que una vez más, se nos ignore. Es bueno el momento para analizar críticamente el por qué de esta situación y qué podemos hacer nosotros como grupo (aunque no nos sintamos ahora como tal, pero con la confianza de que tenemos la madera para serlo, sin dudas), para que las consecuencias de esta cadena de sucesos no sean las que años atrás llevó a tantos y tantos sinsabores.
Esto que ha pasado, más que una derrota, es una prueba. Prueba en la que hay que actuar con más inteligencia que nunca, porque no solo está en juego la permanencia de un evento, sino, creo, la apertura de la brecha que ha hecho posible el despertar de una generación hacia la verdadera conciencia de su momento histórico. Ahora solo resta comprobar si como dice el dicho, nos parecemos más a nuestro tiempo que a nuestros padres.
Si estuviéramos escribiendo un guión, esto que acontece podría considerarse como un gran punto de giro. Habrá quien se pregunte, como buen espectador entusiasmado, qué es lo que sigue y se siente con su maní tostado dispuesto a sorprenderse. Habrá quien se quede dormido porque es demasiado complejo seguir las peripecias de la trama. Habrá quien ya pueda intuir el final. Y por supuesto, habremos los que, queriendo poner nuestro granito de arena, estaremos dispuestos a saltarnos la cuarta pared para intentar transformar el relato. En cualquier caso, todo guión, por muy enrevesado que se torne, tendrá siempre una escena necesaria. Y es esa la que está por escribirse ahora. Probablemente ocurra que muchos renieguen de la obra, diciendo simplemente: Esa no es mi película. Pero si no es nuestra, si no la escribimos nosotros. ¿Entonces quién?

Milena Almira
2/4/2012

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