domingo, 18 de marzo de 2012
¿HAY ZOMBIS EN CUBA? UNA RESEÑA CRÍTICA DE ÉDGAR SOBERÓN TORCHÍA A JUAN DE LOS MUERTOS
¿HAY ZOMBIS EN CUBA?
Sí, e incluso yo diría que también hay zombis cineastas, a juzgar por "Juan de los Muertos". Lo digo porque, en el reciente 18 Taller de la Crítica Cinematográfica de Camagüey, un joven periodista cubano le dio una "lectura salvadora" a este paso en falso en la filmografía de Alejandro Brugués, no desde el punto de vista comercial, sino del "autoral", si acaso el director lo pretendiera. Según la lectura del periodista, los zombis son todos los cubanos que viven conforme al régimen de 1959 y los marginales que se dedican a exterminarlos son los gozadores que le dan razón a la existencia por la vía de los sentidos.
La lectura es posible y por ella añadiría que los cineastas que la hicieron son tan zombis como los cumplidores del orden comunista, al adherirse (más mal que bien) a la estética de un cine seudo-basura de cuño transnacional que, como una dieta diaria de Big Macs, convenció a la masa consumidora de imágenes que ese cine tiene un valor que va más allá de 90 minutos de sesos crudos "a la carte".
Luego le comenté al periodista, a la vez que sacaba una oportuna banderita cubana, que, por deducción, entonces “Juan de los Muertos” también era ofensiva al pueblo de Cuba, pues él había estudiado gracias a padres zombis y a profesores zombis, como zombis son todos los que sostienen al país (y que tienen también tiempo para la gozadera), y que, de acuerdo a esa lectura, era un filme cobarde que hacía distinciones y no aludía a la dirigencia zombi, de la cual, peor aún, no había una sola imagen en el filme: nada de esa clase dominante que veo en 4x4s en las avenidas de La Habana, en supermercados, hoteles y restaurantes de lujo de la ciudad, y en festivales internacionales de cine, que, a mi juicio y a tono con la comedia clásica occidental, debió ser el blanco de esta supuesa “sátira gore-mordaz”.
Un colaborador en IMDb no recuerda filme de zombis alguno con cariz político, y "Juan of the Dead" (como debiera llamarse) le parece una primicia. No sé qué tipo de cine de zombis habrá visto el camarada, pero no recuerdo así el subgénero, a menos que esté hablando de "White Zombie" (1932), "I Walked with a Zombie" (1943) o "Plague of the Zombies” (1966), aunque, sin forzarlo mucho, es posible hacer relecturas de esos tres filmes que se inclinarían hacia el ámbito de la política. Pero ya en 1968, en "Night of the Living Dead", un sheriff y un batallón de neofascistas yanquis exterminaban a los zombis (incluyendo a su protagonista negro), y las cosas se han ido politizando, hasta llegar en 2005 a la obviedad en "Tierra de los muertos", cuarta entrega de la serie de George A. Romero, y en el telefilme "Homecoming"(2006), hecho por Joe Dante para la serie "Masters of Horror", en que un relacionista público del gobierno norteamericano hace una invocación en un programa de televisión y, sin proponérselo, saca de sus tumbas a los soldados que murieron inútilmente en el Medio Oriente. Pero estos zombis no tienen deseos de comer carne humana, sino de votar en las elecciones. No descontemos la serie aún en el aire, "The Walking Dead", que da para eso y más, ni el filme canadiense "La piel blanca", mezcla de géneros fílmicos, políticas raciales, romance y terror ambientada en Montréal, donde un joven del campo se enamora de una pianista perteneciente a una aristocrática familia que ingiere carne humana.
De todas las manifestaciones del cine de terror, el de zombis es el que más me inquieta o asusta, si bien "Juan of the Dead " no me asustó y me hizo reír poco. En casi todos los casos, el filme de zombis tiene una lógica, lógica “corto circuito” de zombi, quizá, pero propia, que encuentra eco en estudios e investigaciones, como el libro "Zombies: A Hunter's Guide", de Joseph McCullough. Casi siempre hay una causa: la práctica vudú ("The Serpent and the Rainbow"), la radiación nuclear ("Night of the Living Dead"), una inteligencia cibernética ("Resident Evil"), agua contaminada ("The Walking Dead"), algún fluido que infecta criptas ("La morte vivante") u otros disparadores del terror. Aquí la única causa aludida es un posible complot de los norteamericanos. Por otro lado, generalmente hay una reacción del poder: se convoca a los ciudadanos, se les cita en hospitales, se envían comunicados. Aquí no pasa nada: ni ejército, ni fuerza aérea ni ministerio alguno. El realizador pierde la oportunidad de dirigir su "sátira" a la clase dirigente: escondida o evadida, no se le vi ni el moño. Aparte del combo que lidera Juan, un tal predicador Jones aparece súbitamente y ultima un grupo de zombis a punto de acabar con el combo, pero desaparece tal cual como llegó.
A juzgar por las alusiones de Brugués al cine de George A. Romero, quien siempre ha dado, por lo menos, rasgos de denuncia social a su cine, debemos reconocer la intención de emularlo. Sin embargo, pienso que la influencia de un producto "mainstream" y mojigato como "Ghostbusters" pesa más que la rebeldía originaria de Romero o del primer Peter Jackson, en su "Brain Dead", que pareciera una mayor influencia tonal, pero sin llegar al descoco o al exceso del neozelandés, manteniéndose siempre en el latoso umbral del confort medio, sector social que fue el centro del bombardeo crítico de Romero en "Dawn of the Dead", clásica segunda entrega de su serie que transcurre en un "shopping mall", templo de la clase media; y con resabios de los recursos dramáticos del realismo socialista (que se analizó en el Taller de la Crítica de Camagüey).
"Juan of the Dead" contó con el capital que garantiza una factura por encima del mínimo requerido, y con un buen elenco que, entre carencias y atributos, se complementa y equilibra. Pero cuando concluyó –y, sobre todo, en el marco del Taller de la Crítica, en el cual se evocaron los fantasmas de "Lucía", "Memorias del subdesarrollo", "Girón", "La primera carga al machete" o "Plaff"–, no pude evitar experimentar la sensación de que con "Juan of the Dead", el cine cubano tocó fondo. (Édgar Soberón Torchia).
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