martes, 26 de enero de 2010

MOLINEANDO EN EL 2010: MOLINA: DESBORDADO EN LO PROHIBIDO

Hola amigos!!
Retorno al ciberespacio en el 2010. Regreso en estos finales de enero para contarles que Molina´s Ferozz va tomando forma en la etapa de postproducción de sonido y ya tiene fecha de estreno para marzo durante el Taller Nacional de la Crítica en Camaguey donde se hará una muestra retrospectiva de mi obra. ¡A ver qué coño dicen los críticos de la película! Hoy vió el work in progress el periodista, escritor y realizador español Juan Madrid y exclamó: ¡GENIAAAALLL!
A continuación paso a compartir con ustedes un artículo seguido de una entrevista que me hizo la periodista y fotógrafa colombiana Nat Chinchilla para El ESPECTADOR, donde no fue publicado por no se que razón. Ahora yo lo publico aquí con la autorización de su autora, por supuesto.

MOLINA: DESBORDADO EN LO PROHIBIDO
Por: Natalia Chinchilla

Jorge Molina es el único director de cine bizarro en Cuba y al que tal vez se le ha negado todo apoyo económico en su país pues es el primero en mostrar el sexo explícitamente, teniendo en cuenta que en Cuba la pornografía se considera un delito.

“La frontera entre el cine pornográfíco y el llamado cine “normal” se rompió a partir de la aparición de "El Imperio de los sentidos"(Japón-Francia 1976) de Oshima y a mi nadie ha venido a detenerme”, dice Molina mientras se ríe cuando le comento los rumores que corren a su paso. Desde que presentó su primer corto en el 92: “Molina’s Culpa” —bastante transgresor como para escandalizar al más piadoso de los críticos— supo que nunca recibiría apoyo del estado cubano para realizar sus películas. Paradójicamente, esta prohibición y rechazo de sus películas lo han convertido en una figura mítica del cine alternativo cubano y en un director de culto en festivales y eventos internacionales, lo cual lo motivado para seguir rodando.
Sin embargo, el cine de Molina va mucho más allá de escenas abiertamente eróticas y transgresoras. Su estilo no es fácil ni simplista; por el contrario, tiene una visión bastante profunda y compleja del lado prohibido de los seres humanos: “Me gustan las historias sobre el lado oscuro del hombre, como un terremoto que sube”, cuenta Molina quien es bastante austero en sus palabras. Por ejemplo, en “Molina’s Test”, una pareja sale de vacaciones en un auto y por el camino pierde la ruta. Llegan a una casa en medio de la nada en donde son recibidos por unos extraños “seudo-chinos¬”: el Señor Wong y Madame Tsu. Sus anfitriones les convertirán la vida en una pesadilla y los harán confrontar su propia sexualidad y vínculos amorosos.
Contada de esta manera suena como la típica “road movie” de terror. No obstante, Molina se vale del gore, del cine de horror clásico, el comic y el slow motion para transformar a sus personajes en monstruos tan delirantes como bizarros. Además, usa elementos como la cita, la parodia o el guiño en personajes como Madame Tsu que rememora a los típicos villanos chinos de las películas norteamericanas de la llamada Serie B. Solo que en este caso el estereotipo de geisha está vestida con un kimono atroz, tiene uñas de 5 cm, chupa los alimentos y sodomiza al Señor Wong con un gran pepino. Estas escenas, además, suceden en escenarios oníricos en donde el límite entre la realidad y la fantasía se cruzan todo el tiempo. Nunca sabemos si la pareja está alucinando —“producto de una indigestión de restaurante chino” — o si realmente está siendo víctima de sus propios miedos. Al final, la pareja se salva pero el futuro de su amor queda en el vacío al confrontarse con la pregunta del Señor Wong: “¿Qué serían capaces de hacer ustedes el uno por el otro?”.
Lo que en la superficie se vería como una película anodina con influencias del cine de Hong Kong y algo de softcore, en realidad es una mirada profunda a la fragilidad de las relaciones humanas. Debajo del “disfraz” del montaje, las historias de Molina se complican mientras más profundo se les mire. Tal vez lo misterioso del asunto esté en las múltiples referencias al cine universal con las que juega todo el tiempo Molina— quien es un profundo conocedor de cineastas tan disímiles como Lucio Fulci, John Woo, Alejandro Jodorowsky, Billy Wilder o la tradición underground norteamericana—. De hecho, muchos de los críticos que hablan de su obra se sienten incapaces de definirla y se limitan a comparar su estilo con directores de cine de terror como Jess Franco o Xé do Caixao.
Es esta “erudición” la que provoca que sus detractores no puedan decir que sus películas son mediocres, redundantes o básicas. Solo pueden limitarse a condenarlas al ostracismo y a la exclusión de las secciones competitivas en los festivales cinematográficos de Cuba. A pesar de esta exclusión en su propio país se ha mantenido independiente, realizando el cine que le interesa y ante todo: “fiel a la integridad de su propia imaginación”. Jorge Molina nunca olvida cuando pequeño su madre lo llevó a uno de los cinco cines existentes en su pueblo natal, Palma Soriano, a ver “Los malos duermen bien” de Akira Kurosawa, y a partir de ahí supo que dedicaría su vida a hacer cine. Y no cualquier cine, uno que hablará sobre las pasiones ocultas del hombre: “Si crees en tu verdad sigues sino empiezas a flaquear”, afirma con convencimiento de causa.
Es esta posición la que ha suscitado que sus películas clasifiquen solo como “Hechas en Cuba” pero no como “representativas del cine latinoamericano”. A pesar de que todas suceden en La Habana o en otras partes de la geografía cubana y muestran problemas que se viven cotidianamente como los abusos del turismo, la doble moneda, el jineterísmo, etc. Molina podría entrar dentro de la ola de directores del llamado cine cubano si sus películas mantuvieran este tono de “denuncia política” o conflictos sociales. Lo que empieza a ocurrir luego de los tres primeros minutos de comenzadas lo excluye de toda regla. Así como también rompe cualquier medida de “censurado” cada vez que exhibe una película y los espectadores cubanos no caben en el local donde haya sido programada.
¿Director incomprendido?... Tal vez su primer largometraje “Molina´s Feroz”, versión libérrima del cuento La caperucita roja de Charles Perrault y manifiesto homenaje a La bestia, de Walerian Borowczyk (1923-2006) tenga la respuesta. Molina rinde tributo a este director polaco acusado de “pornógrafo con intereses artísticos” por el contenido provocador que tuvieron sus películas. Borowczyk fue animador, grafista, escritor y sobre todo cineasta, dotado de una “imaginación fulgurante” como de él dijo André Breton. Tanto la tragedia de Molina como la de Borowczyk podrían coincidir con lo que dice uno de los personajes del mediometraje “Molina’s Mofo” (2008): “Si tratamos de analizar la obra de un cineasta, de clase Z a falta de otra letra del alfabeto, el mejor comentario es el silencio… Porque epistemológicamente hablando, tú amas el cine pero el cine evidentemente no te ama a ti en lo absoluto”. Amanecerá y veremos.

ENTREVISTA A JORGE MOLINA
Por: Natalia Chinchilla

Nat Chinchilla: ¿Te has mantenido en una línea independiente, sin apoyo del estado cubano, situación que dificulta aún más el hacer películas. Entonces, ¿cómo has podido hacer cine hasta hoy?

Molina: ¡With the little help from my friends! Piensa que desde que apareció Molina´s Culpa en 1992 ya sabía que las cosas no iban a ser fáciles. Para un joven realizador con una pasión desmedida por el cine gore, el porno, el thriller psicológico, el comic, etc. y queriendo reflejar todo eso en sus trabajos, alejándose de cualquier tratamiento realista contemporáneo ya la suerte estaba echada. Yo no era una cantera confiable, al menos no representaba el cine que se quería hacer o el que se hacía en Cuba. Así que decidí seguir solo, trabajando con presupuestos ínfimos y con ayuda de gente que me apreciaba y confiaba en mí. Yo solo quería contar historias, las que me gustaban y a mi manera, la única forma de hacerlo era esa, de forma alternativa.

N. C.: A partir de Molina’s Culpa empieza a tejerse un “mito” en las calles cubanas alrededor de las temáticas transgresoras de tus películas. ¿Qué piensas de calificativos como “soft porn” o bizarro?

M.: No entiendo por qué la crítica en todos lados acostumbra a sectarizar y a anatemizar las películas. El cine es CINE sea cualquier género. Es como algo que siempre pienso acerca de las etiquetas de los festivales: festival de cine gay, festival de cine bizarro, festival de cine social, ¡qué carajo es eso! El cine es cine y punto, y pueden confluir cuantas películas existan de temáticas diferentes. Yo hago cine —o para llamarlo de manera más postmoderna, hago audiovisuales— muy referenciales que homenajean todo ese cine y los géneros que me gustan. Si no lo pueden sentir así y hay que clasificarlo de alguna manera, lo llaman bizarro o soft porn pues entonces ¡que viva el bizarro y el softcore! Recuerda que lo pornográfico para unos, es el erotismo para otros. ¡Qué se le va a hacer!

N.C.: Sin embargo, hasta hoy, ninguno de los críticos ha podido definirte dentro de un movimiento sino que se limitan a compararte con autores como Jess Franco o José Mojica Marins para ubicarte en algún género. ¿Crees que esta dificultad se debe a una cuestión de originalidad o de complejidad en tu estilo cinematográfico?

M.: Ser original es tan difícil en estos tiempos… El cine quizás es el arte más joven, solo tiene ciento quince años, y, a la vez, es el que ha envejecido más rápido. Todo está hecho o casi hecho; ya no hay nada que inventar, más bien hay que reinventarlo. Tuvo cuatro grandes nombres renovadores: Griffith, Eisenstein, Welles y Godard; después casi todo ha sido repetir lo ya hecho, por eso ser original es casi imposible. Lo importante es cómo contar las historias, aplicando las fórmulas de los maestros, pero redimensionándolas a un nivel que parezca que estás contando algo nuevo. Piensa en Tarantino, lo que él hace es un refrito de todo el cine que vio y le gustó, pero lo cuenta tan bien que parece nuevo. Es más o menos lo que hace la gente con talento. En mi caso, quizás por contar historias no comunes por estos lares, más si están bien rodadas y con cierto empaque, quizás eso es lo que turba a los “especialistas”. No existe tal complejidad, solo que se acostumbraron a un cine tan falto de todo que cuando ven algo así les produce una especie de cortocircuito y es más fácil compararte con alguien foráneo que reconocer que tienes algo novedoso entre las manos en tu propio patio.

N.C.: Leí que la primera película que viste en tu vida fue Los malos duermen bien y que ahí decidiste dedicar tu vida a hacer cine. Por otro lado, toda tu filmografía está dedicada a explicar el lado oscuro del hombre. Desde tu visión como director, ¿qué es lo más fascinante que encuentras en transgredir la norma, lo establecido y lo “correcto”?

M.: Los malos duermen bien no fue la primera película pero fue la que realmente me marcó, la que metió el bichito del cine en mi, eso fue en Palma Soriano, el pueblo donde nací. La primera película que vi, está entre Latitud Cero de Ishirô Honda o Sink The Bismarck! de Lewis Gilbert . El asunto no es ser trasgresor porque sí, por llamar la atención. Todo arte debe ser arriesgado, revolucionario, transformador, contra corriente, es algo dialéctico, sino, hay un estancamiento, una inmovilidad. Siempre, las normas, las reglas, están asociadas a lo conservador, a lo represor, a la censura. Siempre hay una figura o un ente que se erige Dios y que prohíbe o censura en nombre de la sociedad, de la gente, de la patria, del buen gusto, de las buenas costumbres, de que aún el publico no está preparado, y esto y lo otro y bla, bla, bla; detrás de eso hay siempre una doble moral, el que censura sí puede hacer, ver y consumir todo, él si está preparado y es inmune a cualquier “influencia” o “penetración”: es un ser superior o pertenece a unos pocos elegidos, los otros no, los demás podrían “desviarse”, salirse del camino, no entender. Es un total desprecio hacia el otro y ese otro, en el caso del cine, es el público. Es algo tan hipócrita, tan lamentable… Odio la censura y a los censores. La clave de todo es ir con tu verdad, con tu arte, con lo que sientes que es correcto. Uno tiene que seguir sus instintos hasta el final; todo eso, en buena lid, sin dañar a nadie por el camino, ni traicionar a nadie, mientras tu arte sea puro no hay por qué tener miedo, incomprensiones siempre habrá, es parte de la historia del arte y de los artistas desde que el hombre apareció en la Tierra. Mis trabajos son viscerales y no exentos de provocación. Todo arte honesto debe serlo. Y eso es lo fascinante del asunto.

N.C.: Algo muy importante de tu mirada es que te vales de elementos como la fantasía, el cine de horror, el comic, el gore y, además, las mezclas con referencias al cine universal a través del guiño, la cita y la parodia. Y todo lo anterior va titulado siempre con tu apellido. En tus propias palabras, ¿podrías hablar un poco de tu estilo al hacer cine?

M.: Reitero que un realizador se forma viendo y haciendo películas. Pues mi estilo —si se pudiera hablar de un estilo Molina— es un estilo referencial. Consiste en aplicar a mis historias y a mis puestas en escena, todo lo visto a lo largo de mi vida en el cine, todas esas películas de género que amé y amo, todo eso ligado a una intuición para poner la cámara donde va según la historia que se cuenta. Eso es algo que se siente, sale de las entrañas, del corazón, y me ocurre estando en la locación. Con el talento se nace, no se aprende en ninguna escuela, todas las películas que vi, han sido mi verdadera escuela. En eso podría resumir el estilo Molina.

N.C.: A pesar del elemento fantástico y onírico de tus películas, expones situaciones como los abusos del turismo o las realidades tan contrastadas que esto genera como sucede en Molina’s Test. ¿Sientes un compromiso político o consideras que es un tema del que el cine no puede desprenderse?

M.: Generalmente trato de desprenderme de mi realidad inmediata, no me interesa reflejarla en el audiovisual. Ha pasado que en dos o tres trabajos —Test, Mofo y El hombre que hablaba con Marte— hago alusión a la prostitución pero solo en el primero de estos se menciona al principio muy rápido como un fenómeno actual. La película comienza en clave realista y es verdad que el que la ve puede pensar que es cine realista contemporáneo, pero es solo en los primeros minutos como una pincelada casi inadvertida que se observa a una jinetera en una moto, uno de los personajes habla de que gana más alquilando su moto a extranjeros, etc. Cinco minutos después la historia da un giro de 180 grados hacia el género fantástico y priman más los rincones oscuros del ser humano en clave de pesadilla que el realismo en sí.
En las otras dos, Mofo y El hombre…, es un tema recurrente pero las historias ocurren en mundos distópicos y tampoco la prostitución o el jineterismo para decirlo en buen cubano es el tema central. Estas son historias que rozan lo fantástico, lo terrorífico, lo sexual, lo psicológico, lo romántico, lo poético, la eterna lucha entre el bien y el mal; o sea, la esencia del ser humano. No existe nada político en ello, aunque los estudiosos dirían que todo arte es político y que es muy difícil desligarse de eso, además, siempre va a haber alguien que le busque la quintaesencia a la historia, alguien que siempre quiere ver más allá de lo que realmente hay, oportunistas que quieren ganar puntos, mentes retorcidas de las que tanto abundan en nuestro planeta. Así de simple y así de desmesurado como diría el Gabo.

N.C.: Hablemos un poco de las actrices de tus películas, mujeres desbordadas de sensualidad y erotismo en escenas abiertamente sexuales. Esto es poco común en el cine cubano. ¿cómo fue el proceso de dirigir estas actrices?

M.: Una historia potente y diferente es lo principal. La confianza y el respeto son básicos. En Cuba existen muy buenos actores y actrices. Gente que trabaja bastante pero a quienes generalmente no les ofrecen historias arriesgadas, entonces cuando te apareces con guiones que pueden constituir un reto para ellos como actores y para ti como realizador ya hay un sesenta por ciento de la batalla ganada. Después viene la compenetración, la familiaridad, el enamoramiento y la fascinación entre director actor/actriz y ya el trabajo fluye. He tenido la suerte de trabajar con actrices muy bellas, muy talentosas y con un nivel de riesgo alto. Me considero muy afortunado.

N.C.: A pesar de no haber recibido apoyo por parte del estado y de ser abucheado por algunos críticos, ofendidos por tu opinión abierta sobre las pasiones humanas, nadie ha calificado tu obra como “superficial” o “banal”. ¿Te da miedo convertirte en el “director incomprendido”, al que solo se le reconoce su obra después de que muere?

M.: Te confieso que ante todo yo trabajo para mí. Me gustan mucho mis trabajos y los quiero a todos por igual. Si al público le gusta, buenísimo, si no es su problema, no mío. Los críticos son una raza muy extraña, inquietante, no sé. Tengo varios amigos que ejercen la crítica y —con perdón de ellos—, de mis amigos, en la crítica hay un poco de todo, en muchos críticos existe cierta tendencia a la malignidad y el ensañamiento con la obra artística. Por eso suscribo esa socorrida expresión de que tras un crítico existe un artista frustrado, y si es de cine, un realizador. Considero que los críticos son una raza eunuca, incapaces la mayoría de atreverse a rodar un metraje decente, solo en honrosas excepciones algunos se han pasado al cine con buenos resultados. Y quizás estos no hayan sido buenos en su carrera como críticos. Aunque esto no tiene necesariamente que ser una regla o un proceso evolutivo. Nunca he buscado el reconocimiento de nada ni de nadie, si este reconocimiento aparece en vida, genial, si es después de muerto, también. Mis hijas irán a los homenajes que se me hagan y quizás hasta manejen una fundación con mi nombre. Y si el reconocimiento no aparece nunca, qué más da, lo importante es filmar.

N.C.: Paradójicamente la pregunta anterior se refiere solo al público “político y burocrático” del cine, pues tengo entendido que has llenado los locales donde se han presentado tus películas. ¿Cómo te inspira el reconocimiento del público frente a tu trabajo?

M.: Como te dije antes, si al público le gusta, genial. Para mí lo inspirador es cuando los jóvenes de las universidades, los cine clubes, los estudiantes de cine, confrontan mi obra conmigo. Eso es lo que inspira, cosas como que tú, de alguna manera, constituyas un referente para ellos. Solo por eso vale la pena hacerlo.

N.C.: Molina’s Ferozz, tu primer largometraje, es un homenaje a Borowczyk. ¿Es Molina el alter ego de Borowczyk o al contrario?

M.: No lo creo, Borowczyk era como un hombre del Renacimiento, de los que ya no existen y a mí me faltan muchos años luz para alcanzarlo.

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