lunes, 30 de julio de 2012
LAS CINCO ESCENAS MÁS ERÓTICAS DEL CINE CUBANO DE TODOS LOS TIEMPOS
Publicado en el blog CINE CUBANO LA PUPILA INSOMNE http://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com/
LAS CINCO ESCENAS MÁS ERÓTICAS DEL CINE CUBANO DE
TODOS LOS TIEMPOS
Al principio solté la idea como si se tratara de una broma. Éramos un grupo de amigos en Holguín, y aquella madrugada buscábamos relajar las tensiones del día, lleno de mesas teóricas, presentaciones de libros y películas, o entrevistas en la radio.
Ello ocurría en medio de un evento donde la representación del sexo femenino era mínima. Así que, si bien de vez en cuando nos enfrascábamos en conversaciones que giraban alrededor de los últimos filmes cubanos, de Sócrates, Kant, Nieztsche, Marx, Heidegger, o de algunas de las teorías más sofisticadas que han abordado a la cultura en general, en el momento menos esperado salía a relucir el asunto de lo femenino ausente (llegué a creer que donde uno de mis amigos defendía con vehemencia la validez de la fenomenología en verdad hablaba de femeninología, tal vez estimulado por aquello de agarrar con nuestras manos ¡las cosas mismas!).
Sospecho que si la proporción de asistentes al evento hubiese estado a favor de las mujeres, o incluso en igualdad numérica, tal vez todavía estaríamos hablando del melodrama en el cine cubano, o de lo renovador de cierto audiovisual joven. O de cosas sofisticadas que hacen lucir a dos extraños que conversan por primera vez, como seres interesantes, capaces de evadir el lugar común en el que suele colocarnos todo pacto social.
Pero entre tantos “machos sin mujeres” era inevitable no experimentar en carne propia (nunca mejor dicho) las oscuras pulsiones que Carlos Montenegro supo sugerir desde el título de aquella novela magistral: Hombres sin mujer. Y propuse lo que se me antojaba un divertimento de ocasión, y una manera de aliviarles a algunos de mis compañeros la frustración que a cada rato rumiaban: convocar a una encuesta entre entendidos del tema y/o estudiosos del cine cubano, con el fin de elegir las cinco escenas más eróticas de esta filmografía, y publicar los resultados en el blog.
Lo del divertimento lo mantengo. No soy exactamente de los que toma demasiado en serio los resultados de este tipo de encuesta. Con ello quiero dejar claro que esta consulta no persigue meterse en honduras freudianas que pretendan explicar de un modo académico o científico dónde comienza el erotismo y empieza la pornografía, por ejemplo (cosa que, además, se me antojaría inútil y precisamente anticientífico, pues cada cual tendrá sus propias concepciones al respecto). Al contrario, más bien mi interés estaba (y sigue estando) en quedarme en la piel de eso que pudiera persistir en la memoria colectiva del público cubano cuando se le habla del erotismo y el sexo en nuestras películas.
Para ello, lo importante no era buscar demasiado en la memoria o en los archivos, sino tomar rápida nota de esas primeras escenas que llegan a nuestras mentes si nos preguntan por el erotismo en el cine cubano. Como si, para iluminarnos, apeláramos a la famosa “llama doble” de Octavio Paz cuando nos menciona el erotismo como “la metáfora de la sexualidad”: ¿existe en nuestro cine ese tipo de escena, capaz de representarnos en pantalla con la intensidad de una llamarada eso misterioso que sucede cuando dos cuerpos se funden en uno solo, aún cuando no se toquen?
Algo en lo que traté de insistir cuando les dirigí a varios amigos la consulta, es que no se trataba de elegir las escenas en función de la calidad general de la película, sino de la secuencia erótica en sí. Tom Jones tiene uno de los mejores ejemplos de construcción de una escena voluptuosa en los que no hay desnudos, pero donde las miradas y acciones de los personajes encuadrados sugieren de modo impecable todo lo que interiormente está pasando entre esos dos personajes que, literalmente, se están devorando entre sí de buena gana. En este sentido, sí creo que en el cine cubano hay ciertos cineastas (Solás, Sotto, Molina, entre otros) que han pensado en el erotismo como algo que puede ser autónomo, como algo que más allá del marco general en que aparecen (formando parte de una historia mayor) son capaces de crear escenas inspiradas en “la doble llama”, para seguir con Paz.
De todas formas, en las respuestas que finalmente me han hecho llegar, como era de esperar, abundan los contrastes, que van desde las argumentaciones bastante amplias de Gustavo Arcos y Rubéns Riol hasta la descalificación radical de Luciano Castillo o Antonio Mazón Robau, lo cual me parece maravilloso, porque un consenso alrededor de este asunto me hubiese sonado demasiado artificial.
Por otro lado, tras haber leído el libro “Indagación estética para deleite de erotómanos y cinéfilos”, de la joven investigadora Lisandra Leyva Ramírez (publicado por Latin Heritage Foundation), me interesaba contar con el punto de vista de algunas mujeres (fue imposible contactar con la propia Leyva Ramírez) que han ejercido la crítica del audiovisual en nuestro país, y así saber qué podían opinar sobre este asunto, que casi siempre ha sido examinado desde la perspectiva falocéntrica, y que, como asegura Danae Diéguez, encuentra la clave de todo “en la mirada”.
No quiero hacer demasiado extensa esta introducción. Sólo quiero reiterar que no hay en estos ejercicios de memoria erótica ninguna pretensión canónica. Apenas una invitación para seguir pensando el tema. Después de todo, la actividad sexual es algo que cada cual entenderá a su forma. Y por fortuna todavía no se han dictado “Reglas del buen gusto para representar en pantalla el erotismo”. Quienes pretenden imponer esas reglas son los censores de cada época, superados de modo periódico por la Historia.
El verdadero artista ve en el sexo algo natural, y trata de poner en evidencia (ya sea de un modo sutil o de un modo abiertamente irreverente), lo irracional de imponer límites y normas supuestamente correctivas a algo que no construyó el hombre (me refiero al sexo), sino que sigue siendo precisamente el origen de la existencia humana, esa que incluye a hombres y mujeres, con todas las combinaciones amatorias que pueden propiciar los más impredecibles contactos entre seres hechos de deseos y pasión.
Juan Antonio García Borrero.
RESULTADOS DE LA CONSULTA A PROPÓSITO DE LAS CINCO ESCENAS MÁS ERÓTICAS DEL CINE CUBANO
La siguiente relación de películas ha sido ordenada de acuerdo al número de menciones (dos o más) que han recibido los filmes por parte de los consultados. Más adelante podrá encontrarse la selección particular que cada uno de los convocados.
Cuatro menciones:
Amor vertical (1997), de Arturo Sotto
Molina Ferozz (2010), de Jorge Molina
Tres menciones:
Cecilia (1981), de Humberto Solás
Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea
La vida es silbar (1998), de Fernando Pérez
Dos menciones:
La bella del Alhambra (1989), de Enrique Pineda Barnet
Papeles secundarios (1989), de Orlando Rojas
Zoe (1990), de Mario Crespo (pertenece a Mujer transparente)
El patio de mi casa (2008), de Patricia Ramos
Te llamarás inocencia (1988), de Teresa Ordoqui
Lucía (1968), de Lucía
Se permuta (1983), de Juan Carlos Tabío
Vampiros en La Habana (1985), de Juan Padrón.
SELECCIÓN PARTICULAR DE LOS ENCUESTADOS.
ACOSTA DE ARRIBA, RAFAEL
Hola Juany, de acuerdo a lo que conversamos en la mañana, las escenas eróticas
del cine cubano que me interesan (no hay mucho donde escoger, como sabes) son:
uno, la de Beatriz Valdés y César Évora en La bella del Alhambra; dos, la del
trompetista y la amante del esbirro (en la bañera) de Vampiros en La Habana I;
y tres, la de Silvita y Pichy en Amor Vertical. Nada, nuestro cine se conoce
por su pacatería y falta de calor en sus escenas amatorias, es así y no se
puede hacer nada con ello. Porfa, envíame el resultado de tu encuesta, me
interesa mucho para mis estudios acerca del tema.
Un fuerte abrazo,
Rafael.
ARCOS, GUSTAVO
Juany
Escasos han sido los acercamientos al fenómeno del sexo, el tratamiento del cuerpo o el discurso erótico en nuestro cine. Sobre todo si tenemos en cuenta que para el mundo, Cuba es una isla apasionante, con gente divertida y desinhibida, plena de sensualidad y energía sexual. Puede ser un estereotipo, una manera superficial o turística de vernos y vendernos, pero es un sello que nos acompaña desde hace siglos.
Es un tema complejo pues pasa por la subjetividad de cada uno. También influyen las épocas, modas, los paradigmas que se tengan sobre la belleza, el placer, el bien o el mal, las interpretaciones sobre el deseo humano, sobre lo prohibido, lo que es pornográfico o lo obsceno. Así, cada cual tendrá su manera de sentir lo erótico, lo sugerente, lo excitante y da igual si esta sensación aparece ligada a la pura contemplación de un desnudo, la visión de dos o más cuerpos que se aman, a la sutileza de ciertas palabras, a una mirada, un juego amoroso o a la muerte y la angustia de un deseo insatisfecho. A la posesión más descarnada o al acto más brutal. Una forma de caminar o vestir, puede resultar en ciertas circunstancias, extraordinariamente poderosa. Y es que la fuerza erótica está toda ella en nuestra mente, nuestra imaginación y es, como se ha dicho, la mejor forma de reconocer el alma y la conducta humana.
Convocas desde tu blog a este ejercicio de memoria. Porque de eso se trata, de recordar cuáles han sido las secuencias o momentos en nuestro cine, de mayor carga erótica. Recordar, evocar, recrear los momentos o circunstancias en donde el deseo, el dolor y el placer tuvieron su mayor esplendor. Tal vez si mis abuelos participaran en esta encuesta, suspirarían recordando la voluptuosidad de Rosa Carmina, insinuando provocativamente sus curvas en: Sandra la mujer de fuego, una producción de los 50, dirigida por el español Juan Orol, quien presumía de ser el gran descubridor de las más rutilantes rumberas cubanas. Pero las transparencias, trusas en dos piezas y ropas de cama, mostradas con prolijidad en múltiples filmes comerciales de los 50, no eran más que acercamientos ingenuos o ramplones que reproducían, sin otro sentido, estereotipos sexistas sobre “la belleza o el temperamento latino”. Porque Juany, más allá del desnudo, el amor o el cuerpo, lo erótico debe ir más allá de lo visible. Erotismo significa exploración, sugerencia, plasmación de un deseo, que por diferentes razones queda postergado. Lo erótico debe jugar con el imposible, la perturbación, la aventura, la búsqueda de un placer. Está, desde luego, relacionado con todo lo sexual pero esa visión se hace más artística cuando sirve de pretexto para hablar de otra cosa, de lo oculto, de nuestros sentimientos y deseos más insospechados. En fin, para hablar de la naturaleza humana.
Jorge Molina es con creces el que mayor número de veces ha llevado a su cine estas inquietudes, siguiendo un estilo muy peculiar y controvertido que bebe de la estética gore, bizarra o del más puro cine de horror. Humberto Solás, desde una perspectiva más esteticista y filosófica, también se ha acercado a ello en filmes como Lucía, Cecilia, Amada o El siglo de las Luces.
Aquí van entonces Mis Cinco secuencias o al menos las que hoy recuerdo. Por cierto, el orden no indica ningún privilegio de unas sobre otras.
1. En, Molinas Ferozz. Escena de la actriz Dayana Legrá jugando desnuda con un cachorro de perro. La secuencia finaliza con la entrada de su grotesca “abuela” quien la somete dándole nalgadas, que ella, recibe con placer.
2. En, Cecilia, escena de una soberbia mulata, representando a uno de los Orishas, que se baña en miel, mientras la cámara se regodea en todo su voluptuoso cuerpo.
3. En, Memorias del subdesarrollo, Sergio (Sergio Corrieri) invita a Elena (Daysi Granados) a su apartamento. Las intenciones de Sergio son claras, pero Elena ofrece aparente resistencia rechazando cada una de sus embestidas. Sergio utiliza todo tipo de estratagemas para llevarla hasta el cuarto, mientras ella parece jugar y divertirse con la situación.
4. En, Los dioses rotos, Alberto (Carlos Ever) y Sandra ( Annia Bu) tienen, tras soltarse culpas o rencores, un apasionado encuentro sexual.
5. En Molinas culpa, el cura (Luis Enrique) ha rescatado de la vejación pública a una prostituta (Idalmis del Risco), pero ha tenido que pagar el precio de ser herido en una nalga. Llegan al cuarto y ella se muestra muy dispuesta a retribuirle el favor. Toda la secuencia que comienza cuando ella le obliga a desnudarse para quitarle con los labios el vidrio encajado y que culmina, tras varios momentos de sexo, con el ahorcamiento de la misma.
Algunas escenas de Adorables mentiras (recuerdo la de Luis Alberto García e Isabel Santos en la bañera), Papeles secundarios (con Leonor Arocha mostrando sin temor sus encantos al director teatral), Amor Vertical (en el elevador sí, pero, sobre todo, cuando Silvita Águila, recita semidesnuda unos poemas a los pescadores a la orilla del Almendares), La vida es silbar (nuevamente con Isabel, Luís Alberto y un caracol que se pasea por el cuerpo de la primera), Zoe, el penúltimo episodio de la película Mujer Transparente (donde se plantea un juego de seducción y rechazo entre los dos jóvenes protagonistas, en un garaje reconvertido en habitación) o incluso en Sueño Tropical, ese fallido intento en los 80 de hacer un “cine del destape” en nuestro país.
En las Muestras de Nuevos Realizadores hemos podido igualmente encontrar interesantes y sugerentes obras que siguen estos preceptos como: Fur María, El color de Elisa, La bestia, El patio de mi casa o El deseo. Y en los espacios televisivos, especialmente en los llamados teleplays podemos hacer memoria de: Te llamaras Inocencia, producido en los 80 por la fílmica del ICRT, donde hay toda una búsqueda de la sexualidad desde una perspectiva femenina y recientemente en las propuestas dirigidas por Elena Palacios, Alejandro Gil, Tomás Piard, Delso Aquino, Charlie Medina y Magda Gonzáles.
Saludos y suerte con tu encuesta, que ojalá incite (y excite!!!) a muchos otros, para empezar a desbrozar toda la penumbra y los prejuicios que sobre el tema existen en nuestro audiovisual.
Gustavo Arcos.
ARMAS FONCECA, PAQUITA
1. En La vida es silbar (Fernando Pérez, de 1998) cuando Luis Alberto García, uno de los personajes simbólicos, le hace el amor a Isabel Santos y muy lentamente lame su pezón mientras la cámara se acerca.
2. En Habanera (Pastor Vega, de 1984) en un baile donde Daysi Granados (Laura, la siquiatra) baila con Miguel Benavides, su colega. Para mi es la infidelidad platónica mejor filmada del cine cubano.
3. En Hasta cierto punto, (Tomas Gutiérrez Alea, 1983) en la escena en la que Mirta Ibarra, acabada de bañar, una toalla en la cabeza, es sacada de la cocina por Oscar Álvarez. La música, las miradas lo dicen todo, el resto el espectador se lo puede imaginar.
4. En Se permuta (Juan Carlos Tabío, 1983) en el momento que Mario Balmaseda va a casa de Isabel Santos, ella esta empapada por un salidero. Le invita a un café y los ojos de Mario caminan constantemente hacia el nacimiento de las nalgas de Isabel que usa un short bien corto.
5. En La bella del Alhambra (Enrique Pineda Barnet, 1989) cuando César Évora y Beatriz Valdes se encuentran en casa de la costurera, esos primeros instantes, en los que sin palabras ambos demuestran el deseo que los embarga.
CASTILLO, LUCIANO
Estimado Juany:
Mi memoria cinéfila, de la que a veces me jacto (aunque no sea tan abarcadora como la del envidiable colega y amigo Mario Naito) es incapaz de recordar las cinco escenas más eróticas del cine cubano de todos los tiempos.
Existe tanta pacatería y autocensura por parte de los cineastas (y de los propios intérpretes, no olvidemos Cecilia) que, hasta la fecha, pese a los osados intentos del compadre Jorge Molina, no creo que exista absolutamente ninguna. Así que esforzarse en rememorar alguno de esos tímidos intentos no amerita la pena cuando tan poco tiempo y tanto trabajo tengo.
Saludos,
Luciano.
DIÉGUEZ, DANAE
Juany, como tantas veces hemos hablado, creo que para intentar nombrar las escenas eróticas del cine cubano, la clave está en la mirada. Esa discusión peliaguda de hasta donde la cámara- director/a mira, el actor dentro de la representación mira a la actriz que habitualmente es el objeto del deseo y el espectador/a mira lo que es el objeto del deseo, repito, tradicionalmente el personaje femenino. La triada de la mirada. ¿Disfrutan las espectadoras de la misma escena de la misma manera? Lo que dice la Mulvey… llegamos las mujeres a la sala de cine transexualizadas para disfrutar del erotismo del cuerpo femenino como el eje fundamental del discurso? Debate ad infinitum. La mirada en el cine cubano, en temas de representación erótica sigue siendo muy masculina. Eso podríamos discutirlo…vamos que no es solamente porque la mayoría de nuestro cine esté realizado por varones, no soy esencialista, sino porque no parece existir una preocupación evidente en los temas de la mirada y los estereotipos que pueda reproducir, al menos relacionados con el cuerpo femenino.
Si tengo que nombrarte cinco escenas eróticas en el cine cubano que me interesen, al menos en lo que como propuesta representan para los temas de género te diría:
1- La escena en que hacen el amor los personajes de Te llamarás Inocencia de Teresa Ordoqui.
2- El patio de mi casa de Patricia Ramos. Me gusta especialmente el erotismo que queda trunco y solo se explicita a través de los sueños o aletargamientos de sus personajes femeninos.
3- La escena en la que Raquel Revuelta en la primera Lucia, sale a las ruinas para encontrarse con su amante.
4- En el documental Tormentas de Verano de Heidi Hassan la cámara recorre eróticamente los brazos de su pareja mientras toca la guitarra. La cámara acaricia los músculos de él de una manera muy provocadora.
5- Zoe, el cuento de Mario Crespo en Mujer Transparente: el juego que se produce entre ella, la estudiante de Historia del arte y él, el dirigente de la FEU. La escena en la que ella lo dibuja, conversan, comen, juegan, hacen el amor y se besan mientras se bañan.
GARCÍA BORRERO, JUAN ANTONIO
Molina Ferozz: si es verdad que, como decía Nietzsche, “no existen fenómenos morales, sino solo interpretaciones morales de los fenómenos”, entonces ésta es la primera película cubana que se deshace del fardo de la interpretación moralista, para internarse sin prejuicios en los sobresaltos de la sexualidad humana y su representación fílmica. Por las mismas razones puede entenderse el rechazo visceral que provoca en muchos esa operación sistemática de demolición de falsos valores. Dayana Legrá es una verdadera revelación, al extremo que ella sola podría parecer una suerte de plano-secuencia en medio de un conjunto de fotogramas que se alternan.
Amor vertical: Una cinta bañada por ese imperativo sensual que parece mover en el día a día al cubano de a pie, pero con una escena (la del ascensor), que logra asentarse con facilidad en el imaginario colectivo por la apasionada delicadeza con que ha sido pensada y consagrada. Aquí el trabajo de fotografía de Pérez Ureta es fundamental.
Te llamarás inocencia: Habría que tomar en cuenta, sobre todo, los años en que sale a la luz esta película (los ochenta en que el ICAIC fundamentalmente apelaba a las fórmulas de la comedia correcta para atraer al público), el contexto (nada menos que los Estudios Fílmicos de la Televisión), y el hecho de que estuviese dirigida por una mujer. Lo que vi en aquel instante me resultó deslumbrante, no tanto por los desnudos de los cuerpos cuando los amantes se entregan, como por la invitación (para entonces escandalosa) de dejar a un lado nuestros prejuicios.
María Antonia: Con un drama así, donde las pasiones mandan y la razón desaparece, era de esperar alguna que otra secuencia memorable. Pero la clave de todo estuvo a mi juicio en la elección de Alina Rodríguez para el protagónico. Hay allí escenas donde ella aparece (y no necesariamente desnuda) en las que debería alertarse del peligro de estar en presencia de material altamente inflamable.
Mata que Dios perdona: Lo más parecido que ha podido suceder entre nosotros a lo logrado por Oshima en El imperio de los sentidos. Película asfixiante, sombría, contiene (gracias al desempeño perfecto de Broselianda Hernández y Jorge Alí) una de las secuencias más inquietantes y terribles del audiovisual cubano, en la que el sexo mismo se convierte en medio y fin. A lo que habría que sumar a una Cheryl Zaldívar que aporta lo suyo, y con creces.
GONZÁLEZ ROJAS, ANTONIO ENRIQUE
La escena del elevador de Amor Vertical entre Silvia Águila y Jorge Perugorría
La insinuación incestuosa de matriarca de los Gamboa, interpretada por Raquel Revuelta en Cecilia, cuando contempla a su hijo desnudo y dormido representado por Imanol Arias.
La violación de las monjas en la primera historia de Lucía
La escena de sexo explícito con una gloriosa Idalmis del Risco en Molina's Test
El baile de tubo realizado por Thais Valdés a Vladimir Cruz en Un Paraíso bajo las Estrellas.
MAZÓN ROBAU, ANTONIO
Realmente, por mucho que piense, no recuerdo escenas eróticas interesantes en el cine cubano.
Alguna violación como la de Lucía I, mucha pacatería, y extrema sordidez en los últimos tiempos. Pero no propiamente erotismo.
PLANAS, JUSTO
1) La escena donde Corrieri sumerge a Eslinda Nuñez en un río, en Memorias del Subdesarrollo
2) La escena donde Mirta Ibarra se baña sobre una palangana en Fresa y chocolate
3) La escena donde Pepito desnuda una rubia corpulenta en Vampiros en La Habana
4) El baño con miel de Daysi Granados en Cecilia
5) La escena donde Isabel Santos le prepara café a Mario Balmaseda en Se permuta.
NOA, PEDRO
Juany:
Sobre las escenas más eróticas del cine cubano, he estado pensando que uno de los filmes- desde mi opinión- más eróticos es Molina Ferozz. En ella hay varias escenas que yo las pondría en mi lista; pero destaco dos: La del baño de las lavadoras de ropa en la pequeña laguna que terminan todas desnudas jugando con el agua en una escena llena de picardía, pues saben que el personaje anormal (o discapacitado para ser políticamente correcto) las está mirando y masturbándose; y, por supuesto, la escena del juego/masturbación de Miranda con el pequeño perro. Y aquí te estoy dando dos.
La otra también está en una película de Molina. Me refiero a Molina's Solarix, especialmente, la primera aparición del personaje de Yuliet Cruz frente al personaje masculino protagónico, por todo el juego morboso que hay entre el miedo y el deseo sexual.
La cuarta que te propondría está en Papeles secundarios, donde me gusta mucho el juego erótico que mantiene Leonor Arocha con Juan Luis Galiardo en el almacén de vestuario del grupo teatral, cuando se le insinúa con el torso desnudo, a la vez que juega a la Dama del Velo con él.
Y por último, una tomada del cine de los años cincuenta que, desde que la vi por primera vez, quedé loco con ella. Está en Sandra, la mujer de fuego de Juan Orol, en la que Rosa Carmina se va a bañar al río y sin importarle que todos los trabajadores de la hacienda de su nuevo esposo la están mirando, se desnuda y se introduce en el agua, y esto lo resuelve Orol con elipsis y con planos insertos de los hombres que miran la escena desde las palmeras a las que están subidos, y nosotros, los espectadores, solo podemos ver la mirada maliciosa de ella, el precioso tobillo de la actriz y, después, su cuerpo difuminado debajo del agua mientras nada.
Estas fueron las primeras que me vinieron a la mente, después de tu interrogación. Quizás con más tiempo pensaría en otras, pero como deseas las que surgirían en una conversación, creo que defendería estas, aunque estoy seguro que estaré de acuerdo con otras muchas que propongan nuestros colegas.
Un abrazo
Pedro Noa.
RIOL, RUBENS
Hola, Juan Antonio: ciertamente no nos conocemos, y resulta curioso que me pida participar de su encuesta, pues, además de ejercer ocasionalmente la crítica, el desnudo en el cine cubano fue mi tesis de licenciatura en Historia del Arte, tema asociado –en alguna medida, que no totalmente– al erotismo. Por tal razón puedo darle una respuesta fácil, sin necesidad de forzar demasiado la memoria, ya que trabajo casi diariamente con los filmes cubanos que fueron mi objeto de estudio. Y aunque me veo tentado a hacer algunas consideraciones, prefiero satisfacer su curiosidad, por lo que seré objetivo. Para mí las cinco escenas eróticas inolvidables del cine cubano aparecen en los filmes siguientes:
Memorias del Subdesarrollo (1968): Mientras conversan sobre el bautizo de Noemí, Sergio se imagina en el lugar del pastor que debía sostener a la joven dentro del río y danzan abrazados al compás de “La primavera” de Vivaldi, quedando visibles los senos de ella debido a la transparencia producida por la ropa mojada sobre su cuerpo. Esta escena indica la sublimación del deseo, ya que todo ocurre en la mente morbosa de Sergio, quien duplica el sentido de las palabras dichas ingenuamente por la muchacha.
El siglo de las luces (1992): Esteban y Sofía hacen el amor encendidamente en la alcoba, mientras la cámara nos muestra las distintas posiciones empleadas durante el coito; la escena transcurre bajo los efectos de una luz incitante, sin contar la belleza de los cuerpos, especialmente, el de una Jacqueline Arenal, desenfadada y sudorosa.
La vida es silbar (1998) El trance que experimenta Mariana (la bailarina), durante la interpretación de Giselle, que demuestra no sólo su entrega a la profesión y la hondura del personaje, sino su tensión sexual con el co-protagonista masculino.
Tres veces dos, cuento: “Luz Roja” (2004). El instante en que los dos personajes, interpretados por Alexis Díaz de Villegas y Zulema Clares, tienen una ensoñación sexual simultánea, que los transporta a un paraje incógnito donde copulan desenfrenadamente -sobre una camilla de hospital-; un filtro azul perfila los cuerpos, que recuerdan la pintura erótica de Servando Cabrera.
Molina´s Feroz (2011) Varios momentos de la película:
a) El personaje de Dayana Legrá dejándose lamer el sexo por un cachorro.
b) Cuando su tío la sorprende bañándose desnuda en el estanque.
Hay otras películas con escenas de este tipo, pero me limito solamente a la cantidad que me pide. Un abrazo,
Rubens
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1 comentario:
Siempre me ha hecho illusion estar en ese someillan jugando a Sergio corrieri y daysi granados. Ella se reia y el la perseguia.
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