Hoy domingo, publico una de las dos entrevistas que me hicieron los estudiantes de cuarto año de periodismo Felix Salgado y Lidia Hernández para un trabajo de fin de semestre de una de las asignaturas que reciben en la facultad. En este post la de Felix, en el próximo sale la de Lidia.
Un posmoderno inconsciente
por Félix Salgado López
Cuando nos referimos a un autor posmoderno en Cuba, no podemos dejar de mencionar al director cinematográfico Jorge Molina, quien a nuestra consideración reúne todas las cualidades para ser considerado como tal. Aunque, por supuesto, él mismo no se considere así, pues su “principal misión es hacer cine de la manera en que lo siente correcto”.
Desde 1992, con la realización de su trabajo de graduación Molina´s Culpa, ya este joven autor muestra su irreverencia ante el canon “icaicentrista”. Al margen de las regulaciones institucionales, ha realizado una carrera profesional que avala su increíble preparación y conocimientos de la Historia del cine. Entre sus obras destacan Molina´s Test, Molina´s Solarix, Molina´s Mofo, Molina´s Fantasy y, la más reciente, Molina´s Ferozz, a las cuales les imprime un estilo propio.
- ¿Se considera Molina un cineasta posmoderno?
Puedo hacer obras con elementos realistas o fantásticos, pero me llama la atención cuando me catalogan como un cineasta posmoderno, porque yo ni siquiera sé lo que es la modernidad o la posmodernidad, nunca me lo he preguntado. Mis referentes son, básicamente, todo el cine. Todas las películas que vi es lo que ha influido en que haga un cine de tipo “pastiche”, o sea, con diferentes géneros, diferentes estéticas, pero a la vez lo he convertido en algo muy personal, que es lo más difícil.
La posmodernidad en el cine, definámosla como aquellos cineastas que reciclan lo que ya está hecho, tratando de darle una dimensión nueva pero que en realidad no es nuevo. La cuestión está en cómo se narra otra vez una historia ya contada. En el cine actualmente nadie revoluciona el lenguaje. El último que lo hizo fue Godard. Eso que llaman video arte, para mí, y aclaro, es mi opinión, es donde los mediocres se escudan, pues no tienen ni la más puta idea de narrar, hacen cualquier porquería y les dicen posmodernos.
- Entonces, ¿el cine no tiene nada nuevo que contar?
Casi todo está hecho. Creo que el cine como arte se está agotando. El mundo toma un nivel de idiotización que las películas parecen videojuegos. ¡Eso es terrible! Y cada vez hay menos autores.
El cine que se consume es el de las rocitas de maíz, banal. La generación de ahora es la que yo llamo generación transformers. Si eso es posmodernidad, pues está muy jodida. Cada vez es más difícil sentir en el cine, vivir emociones, casi todo el mundo se va del cine y no recuerda nada de lo que vio.
El reto de los cineastas actuales reside en cómo reciclar las historias y contarlas como si estuvieras diciendo algo nuevo.
- ¿Es Molina un bicho raro en nuestro contexto?
Bueno… sí. Si eso es ser un bicho raro, entonces lo soy. Mis obras tienen un poquito de todo, sexo, violencia, crítica a la banalidad de los medios de difusión, la distopía. Estoy obsesionado con el futuro, ese que no conocemos, que nos imaginamos y que se me hace un poco pesimista.
La vida útil de un artista es de los 20 a los 60 años, por eso hay que trabajar duro. Es muy difícil lograr un estilo, y yo lo he conseguido bastante rápido, creo que por eso me desmarco de los cineastas cubanos actuales. Desde mi primera película ya tenía personalidad, eso es un don, se nace con eso. Hay gente que pasa toda la vida filmando y nunca se encuentra. Me enorgullezco de tener mi propia marca, pero en realidad se basa en la referencia, en tomar de otros directores y hacerlo parecer mío, con otra manera de contar.
Soy bastante clásico, mi cámara casi no se mueve. Básicamente trato de que la cámara sea un personaje más, esté ahí y contemple lo que está pasando. Me encantan los primero planos, el rostro, ese es el territorio menos explorado por el cine y a la vez es el paisaje más interesante. Hay una tendencia a alejarse y creo que hay que meterle la cámara en la cara a la gente. Quiero crear emociones sin artilugios ni efectos técnicos.
En Cuba soy más bien una excepción, y eso está demostrado. Si encuentras otro colega del patio como yo, empújalo que es de cartón.
Creo que otro realizador con una personalidad cinematográfica definida, es Fernando Pérez, pero no por un estilo definido a través de su puesta en escena, es más bien por el tono de sus películas, la manera particularmente melodramática de contar sus historias, las hace homogéneas. Todas tienen como un toque de melancolía, de tristeza, y eso es producto de su propia personalidad. Pero tú identificas las películas de Fernando no por cómo usa la cámara, sino por el tipo de historia que cuenta: de amor a la Patria, las separaciones de familias, el no futuro, y esas cosas que son tan “cubanas”.
Tú no me conoces por la cubanía en mis trabajos, a pesar de que me siento el más cubano de los realizadores, ni por tratar los problemas sociales de mi época. Lo mío es transmitir emociones aunque la historia ocurra en Marte, en un bunker post-nuclear o en la campiña cubana. Mi objetivo es un audiovisual de sensaciones y que no necesariamente sean cotidianas.
¿Andas en algún nuevo proyecto?
Ahora mismo tengo dos proyectos para hacer: uno es inspirado en un cuento de Arturo Arango, que se llama Invitemos a Mariela. Es la historia de dos compañeros de oficina que se conocen de hace tiempo, pero que nunca se fijarían el uno en el otro. Terminan enredados, pero no tienen un lugar donde tener un sexo verdaderamente pleno. Deciden ir a una sombría casa de alquiler. El cuarto donde se alojan es de la nieta de la dueña, una muchachita de espejuelos, que está en primer año de la universidad, preciosa, una Lolita.
Los dos personajes se obsesionan con la Lolita, y ahí comienza una historia de sexo, violencia, y de un cautiverio absurdo, en parte deseado y en parte padecido como en El ángel exterminador de Buñuel. Quieren irse de la casa, pero no pueden. Tiene tintes fantásticos, pero el lugar donde trabajan puede ser la oficina de un festival, un centro cultural, un instituto de no se qué, un lugar burocrático, de esos donde la gente se liman las uñas…
La segunda historia sería protagonizada por mí. Es un argumento de un guionista amigo mío, Alejandro Hernández. El muy cabrón aun no me ha entregado el guión, lo estoy esperando. Trata de un personaje que hasta ahora se llama Molina, que tiene una familia muy linda, una hija, es un hombre dedicado a su casa. Él trabaja en un centro turístico de los cayos, o eso es lo que creen su mujer y su hija. Resulta que en realidad Molina hace videos pornos, y se los da a un alemán que trabaja en una embajada, para que los venda en Europa.
Hasta que un día, el alemán que se llama Johan, le dice que pruebe a un prieto que conoció en Guantánamo, Guepetto Chevalier (porque supuestamente la tiene muy grande). Molina le dice que él trabaja solo, aunque luego accede a hacer la película con Gueppeto. Entonces ahí se complican las cosas…
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