Acabo de regresar de mi segundo llamado en el rodaje de La película de Ana, el nuevo largometraje de Daniel Díaz Tórres. Hoy compartí por segunda vez con las maravillosas Yuliet y Laura que volvieron a dar una disertación de buena actuación en el set; sobretodo Laurita que se mandó un monólogo sobre su conversión a puta durante el periodo especial que dejó boquiabiertos a los demás actores, equipo técnico y vecinos curiosos de la azotea ubicada en Zanja y Aguila, locación donde se desarrolla la escena. En el post anterior, les decía que La película de Ana, es una comedia escrita por Eduardo del Llano y Daniel Díaz Tórres sobre una actriz que a falta de trabajo, decide hacerse pasar por puta para sacarle un dinero a unos productores alemanes. Ana se va metiendo tanto en su personaje que las cosas se le van de las manos y su vida se complica.
Durante todo el día hasta la noche estuvimos sobre la azotea rodando la famosa entrevista y donde yo interpretaba al camarógrafo del equipo extranjero que registra las imágens del documental que ruedan los alemanes sobre la jinetera. Aclaro que operé la cámara de verdad y que seguro aparecerán algunas imágenes mías en la película. Estaban allí, además de Laura y Yuliet, el actor alemán Michael Ostrowski, el austriaco Tobías Wolfgang, y el estudiante de cine de la EICTV, el chileno Antonio Caro que hacía de un asistente de dirección ruso. Fue una experiencia muy agradable, sobretodo porque retomé el contacto con Yuliet Cruz, una mujer hermosa y sensual, poderosa actriz y mejor ser humano. Ahí les van unas fotitos de la jornada.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
sábado, 26 de noviembre de 2011
EN EL RODAJE DE LA PELÍCULA DE ANA
Hoy sábado me di una vuelta por el rodaje de mi amigo el realizador Daniel Díaz Torres. El motivo de mi llegada al set(un salón del Hotel Meliá Cohiba), era, hacer una especie de cameo en su nueva película. La película lleva por nombre La Película de Ana y está protagonizada por las maravillosas actrices Laura de la Uz y Yuliet Cruz. Para mí fue muy lindo volver a encontrarme en un set con estas dos talentosas actrices a quienes quiero, admiro y respeto mucho. Con Laura no compartía desde ese clásico de Fernando Pérez, Madagascar y con Yuiiet desde ese clásico moliniano Solarix. La escena en cuestión iba de una reunión entre unos productores alemanes (Tobias y Michael) y unos socios quienes están ahí para visualizar un audiovisual etnológico sobre el mundo marginal cubano, realizado por Ana (el personaje de Laura), una actriz sin empleo que se hace pasar por prostituta con inquietudes artísticas, esta a su vez viene acompañada de Flavia (Yuliet), una traductora media farsante que es en realidad una prostituta amiga de la protagonista. Entre los participantes en la reunión está un empresario, Nick(el realizador Eduardo del Llano, también guionista del filme) y un camarógrafo medio polaco, medio albanés que trabaja para los alemanes (Molina). Todo termina muy mal entre los alemanes y las muchachas en ese encuentro. Fue delicioso compartir con ese pequeño grupo de amigos y en especial con ellas, y presenciar el recital de buen trabajo actoral que le imprimieron a la escena en cuestión. Al final, la foto de rigor, cortesía de Eduardo del Llano. Prometo abundar más en este post cuando reciba algunas fotos del still man y del propio Eduardo y cuando tenga los espejuelos puestos porque estoy escribiendo sin ver donde tecleo prácticamente.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
“Jorge Molina: Sexo, violencia y lenguaje de adultos”
Aquí les va la otra entrevista prometida. Fue realizada por la estudiante de cuarto año de periodismo Lidia Hernández Tapia. Las fotografías que ilustran ambas entrevistas fueron tomadas por Lisbeth Goenaga en un receso del rodaje de Juan de los Muertos.
“Jorge Molina: Sexo, violencia y lenguaje de adultos”
Por: Lidia Hernández Tapia
El cineasta cubano comparte sus criterios sobre el Cine Joven y la renovación del séptimo arte en Cuba.
Sexo, asesinato, violencia, sangre, son las constantes en la obra del cineasta Jorge Molina. Surrealismo, horror, e incluso el hardcore se funden en sus filmes irreverentes, para hacerlo indiscutiblemente único en el panorama cinematográfico cubano de todos los tiempos.
Graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), inaugura con Molina´s Culpa (1992) una obra sólida y con un sello identitario, que la distingue del estilo oficialista. Sus producciones independientes, o alternativas a la industria, liberan un aliento provocador y desprejuiciado ante las zonas más perversas del ser humano. No siempre bien recibido por las instituciones oficiales, mal mirado tras la moralina y el extremismo, Molina se separa de la tradición realista característica del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), como el más claro exponente del llamado Cine Joven cubano.
Detrás de la cámara, o frente a ella, como productor o guionista, filmar es un acto de pasión y rebeldía (con causa), “una terapia para no matar a alguien”; porque como ha dicho el crítico camagüeyano Juan Antonio García Borrero, Molina no pertenece al Homo sapiens, sino al Homo cinematográfico.
-Mientras los cineastas cubanos prefieren contar historias más cercanas a su realidad, ¿por qué Molina hace un cine más fantasioso, menos realista?
Será porque me eduqué en un mundo de fantasía, leyendo a Dumas, Salgari, Verne, Jack London… todos tan cinematográficos. Mientras leía, visualizaba sus historias, estaban las historietas de Luís Lorenzo en Pionero, las de Kombey, Ronín (esa era de él y Juan Padrón), pero sobre todo las de Matías Pérez, eso de que lo secuestraran extraterrestres y después regresara como justiciero espacial, eran geniales.
Siempre he visto el cine como un lugar para soñar. Yo no quiero ver los problemas que tengo en mi casa, ni los de mis amigos. Para eso voy a la casa de al lado, de un amigo, le pregunto qué problema tiene y como puedo ayudarlo. No es que quiera ir al cine a evadirme, me refiero a sentir otras sensaciones, distintas de mi cotidianidad.
También pasa con las historias que se me ocurren. El día que se me ocurra una historia sobre la realidad inmediata, por supuesto que la voy a hacer. No me considero un realizador de un solo tipo de obra, puedo hacer una película sobre cualquier tema, así sea de de ballet o de Kung- fu, si tengo un guión que me enamore. Mi hija mayor me dice que haga una película para ella, y el día que se me ocurra la haré. Cuando estoy orquestando una historia que lleve implícito algo de la realidad, de pronto aparece un chorro de sangre de una cabeza, me salen cosas así, no es que las busque. Entonces todo lo real se va al carajo.
Ahora mismo tengo dos proyectos para hacer: uno es inspirado en un cuento de Arturo Arango, que se llama Invitemos a Mariela. Es la historia de dos compañeros de oficina que se conocen de hace tiempo, pero que nunca se fijarían el uno en el otro. Terminan enredados, pero no tienen un lugar donde tener un sexo verdaderamente pleno. Deciden ir a una sombría casa de alquiler. El cuarto donde se alojan es de la nieta de la dueña, una muchachita de espejuelos, que está en primer año de la universidad, preciosa, una Lolita.
Los dos personajes se obsesionan con la Lolita, y ahí comienza una historia de sexo, violencia, y de un cautiverio absurdo, en parte deseado y en parte padecido como en El ángel exterminador de Buñuel. Quieren irse de la casa, pero no pueden. Tiene elementos del fantástico, del terror.
La otra está solo en argumento y trata de un tipo que tiene una doble vida, para su familia(su mujer y su hija), trabaja en un centro turístico en los cayos. Realmente el hombre, hace videos hardcore de tono amateur para un alemán que trabaja en una embajada. Una película sobre la simulación. En esas dos historias se aborda la realidad, pero siempre con tintes fantásticos, porque pienso que nuestra querida Cuba es un país muy surrealista. Virgilio Piñera dijo que si Dalí y Buñuel hubieran vivido en Cuba, habrían hecho costumbrismo. Siempre mis historias estarán vinculadas a elementos extra realistas. Además, la realidad es bastante fea, y a mí no me gusta mucho.
-¿Veremos alguna vez una película suya sobre la emigración, el regreso a Cuba?
¿Es un chiste, no? (Risas) No, esa se la dejo a los otros. A mí esas cosas de la diáspora me dan una tristeza tremenda. Es terrible. Yo trato de mantenerme lo más alejado posible de esos temas; no porque le huya a los problemas, soy uno de los pocos de mi generación que estoy en Cuba, haciendo audiovisuales. Soy un ejemplo de que sí se puede. Pero la sociedad se ha convertido en hipócrita, y no sé si la gente cuando aborda esos temas es porque realmente los siente, si es para ganarse puntos, o para ir de irreverentes cuando no lo son. En el cubano se ha institucionalizado una doble moral, todo es tan hipócrita.
Me interesan mucho los problemas de mi país, por eso estoy aquí, pero no para ponerlos en pantalla. Trato de ayudar a todo el que puedo, desde ponerle una mano en el hombro a alguien, hasta monetariamente, si me es posible, a veces hasta soy como una especie de sicólogo, de cura confesor. Te digo, hasta ahora, casi ninguno de los trabajos que he visto sobre problemas sociales me parecen todo lo honestos que deberían ser. Además, ¿de qué realidad me hablas, de esa realidad complaciente que se representa? ¿Homofóbia, racismo, y una violencia ya no tan soterrada que se respira en la calle, entre la gente? Eso existe ahora mismo, es cada vez más fuerte, y no lo representa el cine cubano de hoy. Ni siquiera en los filmes latinoamericanos, hechos generalmente por burgueses. Esas historias explotativas sobre la miseria. La historia de la niñita que vende drogas, o del niño sin zapatos que le roban el perro, o de los viejitos con enfermedades terminales que no pueden pagarse un tratamiento, generalmente, quienes hacen esas historias tienen tremendas casas, con piscinas, tremendos autos, y se acercan de manera bastante superficial al tema marginal. Es como un mea culpa, para estar en paz. Entonces los franceses y los americanos, que se erotizan mucho con la porno miseria que Latinoamérica le exporta, lavan también sus culpas, y le dan el premio a ese tipo de películas. Todo es hipócrita, y no quiero ser parte de eso.
-¿Qué valor le concede al cine como termómetro social?
El cine puede ser un arma para adormecer consciencias o para despertarlas, según se utilice. Lo grandioso es que le cabe todo, desde los trabajos de Molina hasta documentales como Océanos, o sobre las FARC y los grupos insurgentes de Centroamérica. Si es bueno o malo, eso lo dirá la vida. A veces legitimamos cosas, y con el tiempo se diluyen. El buen cine siempre sobrevive. ¿Por qué las películas de Orson Welles siguen siendo modernas, y ya tienen cincuenta o setenta años? ¿Por qué todavía Humphrey Bogart nos llega al corazón con su mirada, con el cigarro en la boca y con el vaso de whisky, aunque está muerto hace más de sesenta años? Lo bueno siempre va a perdurar.
Hay un gran problema ahora, que es una ventaja y también una desventaja, con la democratización de los medios audiovisuales, y con los daneses haciéndole creer a todo el mundo con su sello Dogma que cualquiera puede hacer películas. La gente no se da cuenta de que es una burla, Lars Von Trier está todo el tiempo provocando. Ahora cualquiera coge una camarita y hace una película. Siempre he dicho que si se le da una cámara a un mono, él va a filmar también, y no quiere decir que la película sea buena.
La ventaja es que todos podemos filmar, y la desventaja es que no siempre es bueno, no todo el mundo sabe contar historias. Si con esa cámara se puede lograr que quien lo vea sienta algo, está bien. Si puedes lograr que se conviertan en zombis, estás jodido.
-¿Siente que ha logrado impactar de alguna manera con sus obras?
Yo no siento nada. Realmente he hecho los audiovisuales que he querido: si son buenos o malos, no es mi problema. Si le gustan a la gente o no, tampoco es mi problema. Si logran un efecto en las personas, genial. Si no, me jodí. Hago películas para mí, ante todo. Primero tengo que estar contento con lo que hago. Si hago pensar al público, que bueno, pero no es mi intención. Sencillamente quiero contar historias que te den duro en el pecho.
Una película solo tiene vida mientras la vea un receptor. Después se convierte en una bobina, un DVD, o lo que sea, en un estante, y no existe más. Eso es lo efímero del cine. Además, cuando uno ve una película, después se hace su propia película, que llega de manera diferente a cada cual. Yo creo que eso es lo grandioso del arte: cada cual puede darle la lectura que quiera, y todos tienen su verdad. Eso es lo lindo, y si se logra, ya es un paso importante. Lo demás es banalidad. ¿Qué es ser un cineasta? Si más importante que yo es un tipo que corta caña, o el panadero que se levanta a las 4 de la mañana, o el obrero de una fundición de acero. Yo tengo la dicha de levantarme a la hora que quiero o por lo menos no tan temprano como los demás. No podría hacer pan, o a lo mejor no lo haría tan bien, porque no me gusta. Quizás un panadero o un cortador de caña, son más posmoderno que yo.
-¿En qué se diferencia una de sus películas de un porno?
¿Y qué es lo porno? Es un término bastante vilipendiado, ultrajado por gente ignorante que lo usa en su vocabulario sin tener idea siquiera de lo que es. Hay pornografía de la miseria, esa que nos venden los medios de comunicación, pornografía de la violencia, el video del asesinato de Kadafi, en constante transmisión por los medios de difusión, por ejemplo, porno- política, cuando te atiborran de consignas todo el tiempo... La pornografía aplicada al cuerpo humano, no es más que el sexo de manera excesiva y burda. A mí me tildan de todas esas cosas, y quizás sí lo soy. Hay escenas en mis obras que, de alguna manera, homenajean el género hardcore, o lo rozan. Yo creo que son historias de seres humanos que están jodidos, ante todo.
El centro de Molina´s Ferozz, por ejemplo, no es que el perrito lama juguetón en los genitales de la muchacha, y eso es lo que perturba a todo el mundo. Esa escena podría no estar, y la película aún sería fuerte. Yo quise que estuviera porque me gusta su ternura e inocencia, y porque creo que hay que romper barreras. En Ferozz se está hablando de una familia en un campo cubano, que sí las hay así, porque el monte cubano no es el jolgorio de Palmas y cañas. La zoofilia, el incesto, y todo eso existe, aunque no queramos hablar de ello por la doble moral y la hipocresía.
Hay quien dice que soy un pornográfico, un enfermo y seguro en su intimidad consume películas de zoofilia y otras parafilias, etc. Si soy pornógrafo, bienvenido sea. Ojalá el porno pudiera hacer películas como esa. No se puede catalogar a El imperio de los sentidos (Nagisa Oshima 1976) como pornografía. Me imagino que en 1976 a su director lo atacaron, pero ya todo el mundo sabe que es una obra de arte. Además, quien se excite con eso está bastante loco, por lo deprimente que es. Lo mismo pasa con Ferozz.
-¿Es el porno por el porno, la violencia por la violencia?
La violencia está en todas partes, en la vida misma, ya el acto de nacer es un acto violento. Vivir se está convirtiendo en algo muy violento. Sobre lo otro: ¿Con qué criterio se determina el carácter pornográfico de una imagen? Lo pornográfico no está tanto en las características propias de esa imagen o del objeto que se aprecia, sino en los ojos de quien lo mira, y en su cerebro cargado de moralina. El escritor francés Alain Robbe-Grillet dijo que "la pornografía para unos es el erotismo para otros". ¿Quién tiene la verdad en la mano? Eso es una cuestión netamente conceptual.
-Ningún otro cineasta cubano explora esos mundos “oscuros” como usted, ¿por qué cree que no lo hacen?
Pensemos que es porque no les interesa, y están explorando otras zonas. Tal vez, un día todos quieran hacerlo, y digan que antes no lo hacían porque los prohibían y bla, bla,bla. Mejor es que no lo hagan, así soy el único, el rey. No tengo competencia, y eso es mucho más interesante. A otro no le pudieras hacer esta entrevista.
El cine cubano se ha quedado en lo local, no es capaz de ver más allá de la punta de sus zapatos. Sin embargo, por ejemplo los americanos son unos cabrones, saben cómo vender las cosas. Cuentan tan bien cualquiera de sus películas de mierda, que las hacen universales. Son unos encantadores de serpientes tremendos. Y eso nunca lo ha logrado el cine latinoamericano, o el mal llamado nuevo cine latinoamericano.
El cine latinoamericano se ha encargado desde los 60, cuando empezó todo el boom, de exportar porno miseria a Europa. Esas historias trágicas, de gente miserable, de gente hambrienta, con esa tremenda carga melodramática que nos caracteriza, el epítome de las desgracias, todo eso es porno miseria o la estética de esto y de lo otro, como el cine de un montón de gente de esa época. No jodan, si nosotros también tenemos otras cosas que mostrar.
Siempre he querido estar alejado de eso. Cuesta mucho trabajo, porque te miran de otra manera, eres el bicho raro, o el perturbado. Generalmente es Molina, el loco. Pero poco a poco uno se va imponiendo. Antes te controlaban, porque tenías que morir con el ICAIC, pero ya no. Ahora con cualquier camarita se hace algo, aunque sea menor la calidad de la imagen. Si tienes algo contundente que contar, la gente lo ve, aunque esté narrado en sánscrito.
La distribución también está resuelta, sobre todo con el Internet. Si no recibes dinero, no importa, porque te están viendo millones de personas. La mayoría de mis cortos están en Internet. Si no me ponen aquí en el cine o la tv, problema de ellos. El trabajo del censor es el trabajo más estúpido y triste que existe. Si no quieren poner tu película, regálasela a la gente que tiene bancos de videos, o pásalas en memorias USB.
No hago cine para ganar dinero. Casi todas mis películas las he producido yo, con mis recursos o con la ayuda de mis amigos, de la escuela de cine. Uno me manda un casette, otro me presta una cámara, otro que pone dinero, actores que me quieren y trabajan conmigo.
-¿Hasta qué punto ha implicado una limitación de la calidad artística el trabajo minimalista?
Hay opiniones controvertidas sobre eso. Hace un tiempo, ese personaje que se llama Zoé Valdés publicó algo en su blog sobre mí. Parece que descubrió Molina´s Solarix en youtube o no se donde en la web, y enseguida asumió que era una obra anti... todo, y que incluso estaba hecha con seudónimos. Manuel Marcel, realizador graduado de San Antonio, le escribió al blog y le dijo quién era Molina. Decía más o menos que yo era un cineasta con tal pasión, capaz de sacrificar técnica para contar una historia, sin reprimirse por no tener los medios necesarios. Puede ser, dentro de los irrisorios presupuestos que uso, mis trabajos tienen un acabado bastante potente. Cine pobre no quiere decir cine mal hecho, no es con pobreza de ideas.
Tengo algunos cortos que parecen hechos con mucho dinero para un cortometraje. Molina´s Test, por ejemplo, se hizo aproximadamente con tres mil dólares, y cuando uno la ve parecer haber costado treinta mil dólares, por lo menos. Simplemente, está hecha con un empeño del carajo.
El director de arte hizo un trabajo fenomenal, la directora de fotografía y los actores también. Entonces, el presupuesto es un limitante espacial, actoral, o de producción, pero no limita la creatividad. Siempre he dicho que el artista bajo presión es más creativo. Con 200 pesos no puedo hacer una película de 2000. Si en el guión aparecían diez locaciones, me tengo que quedar con una.
Molina´s El hombre que hablaba con Marte es completamente minimalista. Fue en una sola locación, variaron los objetos y la luz en los objetos y los actores. Ese trabajo a mí me gusta muchísimo, y a la gente también. Allí hubo limitantes de todo tipo: de dinero, afectivas, tuve que protagonizarlo, al fotógrafo le dio un coma diabético el día antes de comenzar el rodaje… A veces esas limitaciones disparan algo en el cerebro, hay una compensación cuando tienes que suplir las carencias con imaginación. Por eso me gusta tanto el mal llamado cine serie B.
Trabajar solo y en esas condiciones te limita, pero hay algo invaluable: eres libre de hacer lo que te dé la gana, y eso no se puede hacer en una producción oficial.
-¿Es por eso que Molina se considera un samurái sin empleador?
No, la vida me ha llevado a ello. Yo nunca renegué de nada. Sencillamente, hice una declaración de principios con Molina´s Culpa, en el año 1992. Nunca antes había pasado algo así, y la gente lo primero que dijo fue "este tipo está loco, es un pornográfico, aquí no lo queremos". Eso no hay que decirlo de frente, pero cuando uno presenta un proyecto te envían una carta muy bonita donde dice que tu proyecto no fue aceptado, y que te presentes a la próxima convocatoria.
Para insertarme en la industria, tendría que hacer lo mismo que los demás. Y yo no quería hacer lo que hacen los otros. No digo que eso sea malo, pero yo no quería hacer esas películas sobre la realidad. Yo me eduqué con serie B, con El hombre anfibio, Latitud cero, Cronos, Boston Blackie, claro que no puedo querer hacer eso. Yo quiero que la gente sueñe cuando vea una película mía, o se perturbe de alguna manera. No me gusta que se les olvide lo que vieron, como generalmente pasa.
La vida me condujo por el camino del samurái solitario. Traté de insertarme, como cualquier otro, y perdí seis años de mi vida sin hacer nada, después de graduarme como director en San Antonio de los Baños. Pero a mí nadie me va a parar más.
Estuve en la primera Muestra de Nuevos Realizadores por voluntad de Juan Antonio García Borrero, porque nadie me quería allí. Yo fui para no quedar mal con Juan Antonio, no porque quisiera nada de eso. Empecé a hacer películas para mí, sin expectativas de ponerlas en algún lado, y también para no frustrarme. No todo el mundo puede estudiar lo que quiere, yo lo había hecho, por lo tanto, no podía frustrarme, hubiera sido muy triste hacer otra cosa, como le ha pasado a muchos.
Con Molina´s Culpa comenzó el culto, por lo que provocó cuando se estrenó en un evento en provincia. Primero, todo el mundo decía que yo era un pesa´o, "es tan ególatra que le pone Molina a sus películas"... Y yo lo hice como una provocación. Fellinni y Andy Warhol también lo hicieron, ¿por qué yo no? Ahora todos esperan el próximo Molina´s. No me autocensuro, cuando estoy creando, ni pienso en lo que va a pasar después con la obra.
- ¿Son acaso la muerte, la violencia, el sexo, una manera de llegar a lo universal?
El sexo y la muerte siempre están ligados, desde los griegos antiguos. Yo nunca quisiera morirme, ahora menos, cuando sé que puedo dar muchas cosas. Pienso mucho en ello, quizás por eso es mi obsesión con la muerte.
El sexo es la vida. Quien me diga que puede prescindir del sexo es un mentiroso compulsivo, porque por lo menos pajas tiene que hacerse. Yo siempre he dicho que si uno tiempla bien, la vida le sonríe de otra manera. Saludas a todo el mundo en el trabajo, llegas con una sonrisa. Si estás mal templado, eres agrio, huraño. Creo que es importante tener una sexualidad plena para ser más creativo. Siempre digo que si los presidentes más poderosos del mundo templaran más, el mundo sería más hermoso.
Esos dos temas están muy ligados a mi vida. Cuando se muere alguien cercano a mí, yo me niego a ir a la funeraria, o al entierro. Eso me perturba mucho.
Mi obra me sirve para hacer catarsis. ¿Ustedes a veces no han sentido ganas de matar a alguien? A mí me ha pasado… pero hay leyes que lo impiden. Quizás las cosas que hago en el arte son para canalizar toda esa furia de animal que tengo. Es como una terapia, y me funciona muy bien. No bebo, ni fumo, no consumo drogas. Yo estoy en un nivel mucho más alto que toda esa porquería. Mi droga es hacer audiovisuales, y lo que me deprime es no filmar.
-¿Qué entiende Jorge Molina por cine joven y arte joven?
Cine joven es todo aquel que se hace por gente de cualquier edad, desde una niña de seis años (como mi hija chiquita), hasta un viejo de 86 como Sídney Lumet, que murió el año pasado y filmaba con una juventud del carajo. Eso es arte joven. El mal llamado cine Joven, porque lo asocian con una edad pos- adolescencia, no tiene por qué ser joven en realidad. Peca de montones de cosas: hay mucho esnobismo. Está de moda hacer cine, y cualquiera cree que puede hacerlo. Así puedes ir a un lugar donde hay una alfombra, sea roja, azul o verde, cosa en la que yo me he cagado siempre, puedes tener jevitas o jevitos, según la orientación sexual. Yo comencé en el cine porque me apasionaba, también pensaba que iba a templar mucho, y no me ha ido mal, pero tampoco tan bien como quería. Si lo hacen por eso, están embarcados. Eso de que los directores se templaban a las actrices era en la época del Hollywood clásico.
Hay mucha inmadurez, y muy poca preparación. Me parece que la educación ha mermado muchísimo. La ignorancia es tal, que se niegan al conocimiento. Estos jóvenes realizadores, mira, a veces me invitan a la Muestra, y al final todo el mundo se va con un mal sabor después de escucharme, trato de moverles el piso, y es que no entienden de qué va la cosa, piensan que porque mueven la cámara, ya han hecho algo. Con esa actitud no puede haber un buen cine joven: no han visto nada. Yo sé que no han visto nada porque están viviendo otra realidad, diferente a la que yo viví. Pero tampoco hacen nada por investigar, buscar y ver, y no saben un carajo de nada.
Otro problema que tienen es el deseo exacerbado de pertenecer a la institución oficial. Cualquier cosa que hagan es para llamar la atención y ser absorbidos. Esa es una actitud fatal. Supongamos que haya diez o quince muchachos talentosos, que dentro de lo poco que han hecho haya algo bueno, al ser absorbidos por el sistema terminan trabajando en oficinas, los absorbe la burocracia, y cuando van a rodar algo ya están muertos en vida.
-¿Se autoincluiría Molina dentro de un verdadero Cine Joven cubano?
Yo creo que sí. Soy un niño todavía. Ahora mismo me siento como si tuviera quince años. Cuando me sienta como si tuviera veinte, a lo mejor hago una película más madura. Las películas que estoy haciendo son las que haría un niño de 12 años.
Si lo que hago provoca cosas en el espectador, evidentemente es un Cine Joven. Si provoca maneras de pensar, reflexión, odio, ira, amor, emociones, entonces es joven. Si no pasa nada de eso, está envejecido, muerto.
-¿Hasta qué punto existe una “democracia” en la relación entre el ICAIC y los nuevos realizadores?
Con perdón de un grupo de gente que aprecio mucho en el ICAIC, en la Muestra, esa es una manera de controlar. Y no viene de ellos, es algo endémico, algo que los supera, es sistémico. Creo que es una actitud hipócrita. El ICAIC no cree en ninguno de esos jóvenes, es una institución muerta. Es más, el ICAIC ya no existe, es una entelequia. Se ha convertido en una institución burocrática llena de oficinas y llena de gente que no hace nada. Si mantiene sus estrategias y fórmulas de producción obsoletas, está muerto. Yo he estado en rodajes donde hay casi doscientas personas y de las cuales trabajan realmente unas treinta. Tiene que cambiar para seguir existiendo. Y no sé por qué los jóvenes quieren pertenecer a eso. Si fuera al ICAIC de los sesenta, que tenía cierta fuerza renovadora…pero a partir de los setenta eso se convirtió en nada. Es una pena.
Hasta ahora no he visto algo de los jóvenes, para decir realmente wau. Lo que va a la Muestra generalmente es muy pobre. De hecho, en la última les costó trabajo hacer una curaduría, sacar lo mejorcito dentro de todo l0 presentado. Cada vez van más para atrás. Y es por una actitud de rebelde sin causa. Siempre he dicho que la irreverencia es buenísima, pero sólida y con causa. Siento que es una generación bastante vacía, no tiene nada que contar. Es la generación de los transformers, y es terrible. No van más allá de los ejercicios que les ponen en las escuelas. Hay que ver cine, la televisión, aunque sea una mierda, hay que leer, hay que investigar. Un cineasta tiene que observar cómo se mueve la gente en la calle.
-¿Qué le haría falta a esta generación para emerger con identidad propia?
Primero, unidad, están dispersos y así es fácil dividirte, les haría falta un pensamiento, ponerse para ser gente de su tiempo, y dejar el babeo ese. Tiene que haber talento y pasión también. El cine, como cualquier arte es un acto de pasión y de entrega. No puede ser superficial, como los personajes esos que se ponen sombrerito, se dejan el chivito, una ropita rara y una mochilita, con esa actitud seudocatedrática de artistas. Si siguen así están jodidos.
Deben ser más solidarios. Son muy egoístas, se llevan mal entre ellos. No existen como generación porque están desunidos. Tienen actitudes infantiles, uno tiene una máquina y no se la presta al otro para que no edite, porque ve un peligro en el corto ajeno. Que estupidez.
-Usted ha dicho que el cine cubano está muerto, ¿será posible revivirlo?
Sí, claro, siempre. Revivirá cuando esa actitud excluyente termine. El cine cubano no es sólo el hecho aquí por el instituto de cine, es el alternativo hecho en la calle, en escuelas, es también el de la diáspora. Claro que se puede revivir, como puede revivir el país, el proceso revolucionario, todo; cuando haya ante todo respeto, tolerancia y aceptación, cuando podamos discrepar sin que consideremos al otro enemigo, y haya un debate sólido y honesto. El cine cubano está muerto, pero que viva el cine cubano.
“Jorge Molina: Sexo, violencia y lenguaje de adultos”
Por: Lidia Hernández Tapia
El cineasta cubano comparte sus criterios sobre el Cine Joven y la renovación del séptimo arte en Cuba.
Sexo, asesinato, violencia, sangre, son las constantes en la obra del cineasta Jorge Molina. Surrealismo, horror, e incluso el hardcore se funden en sus filmes irreverentes, para hacerlo indiscutiblemente único en el panorama cinematográfico cubano de todos los tiempos.
Graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), inaugura con Molina´s Culpa (1992) una obra sólida y con un sello identitario, que la distingue del estilo oficialista. Sus producciones independientes, o alternativas a la industria, liberan un aliento provocador y desprejuiciado ante las zonas más perversas del ser humano. No siempre bien recibido por las instituciones oficiales, mal mirado tras la moralina y el extremismo, Molina se separa de la tradición realista característica del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), como el más claro exponente del llamado Cine Joven cubano.
Detrás de la cámara, o frente a ella, como productor o guionista, filmar es un acto de pasión y rebeldía (con causa), “una terapia para no matar a alguien”; porque como ha dicho el crítico camagüeyano Juan Antonio García Borrero, Molina no pertenece al Homo sapiens, sino al Homo cinematográfico.
-Mientras los cineastas cubanos prefieren contar historias más cercanas a su realidad, ¿por qué Molina hace un cine más fantasioso, menos realista?
Será porque me eduqué en un mundo de fantasía, leyendo a Dumas, Salgari, Verne, Jack London… todos tan cinematográficos. Mientras leía, visualizaba sus historias, estaban las historietas de Luís Lorenzo en Pionero, las de Kombey, Ronín (esa era de él y Juan Padrón), pero sobre todo las de Matías Pérez, eso de que lo secuestraran extraterrestres y después regresara como justiciero espacial, eran geniales.
Siempre he visto el cine como un lugar para soñar. Yo no quiero ver los problemas que tengo en mi casa, ni los de mis amigos. Para eso voy a la casa de al lado, de un amigo, le pregunto qué problema tiene y como puedo ayudarlo. No es que quiera ir al cine a evadirme, me refiero a sentir otras sensaciones, distintas de mi cotidianidad.
También pasa con las historias que se me ocurren. El día que se me ocurra una historia sobre la realidad inmediata, por supuesto que la voy a hacer. No me considero un realizador de un solo tipo de obra, puedo hacer una película sobre cualquier tema, así sea de de ballet o de Kung- fu, si tengo un guión que me enamore. Mi hija mayor me dice que haga una película para ella, y el día que se me ocurra la haré. Cuando estoy orquestando una historia que lleve implícito algo de la realidad, de pronto aparece un chorro de sangre de una cabeza, me salen cosas así, no es que las busque. Entonces todo lo real se va al carajo.
Ahora mismo tengo dos proyectos para hacer: uno es inspirado en un cuento de Arturo Arango, que se llama Invitemos a Mariela. Es la historia de dos compañeros de oficina que se conocen de hace tiempo, pero que nunca se fijarían el uno en el otro. Terminan enredados, pero no tienen un lugar donde tener un sexo verdaderamente pleno. Deciden ir a una sombría casa de alquiler. El cuarto donde se alojan es de la nieta de la dueña, una muchachita de espejuelos, que está en primer año de la universidad, preciosa, una Lolita.
Los dos personajes se obsesionan con la Lolita, y ahí comienza una historia de sexo, violencia, y de un cautiverio absurdo, en parte deseado y en parte padecido como en El ángel exterminador de Buñuel. Quieren irse de la casa, pero no pueden. Tiene elementos del fantástico, del terror.
La otra está solo en argumento y trata de un tipo que tiene una doble vida, para su familia(su mujer y su hija), trabaja en un centro turístico en los cayos. Realmente el hombre, hace videos hardcore de tono amateur para un alemán que trabaja en una embajada. Una película sobre la simulación. En esas dos historias se aborda la realidad, pero siempre con tintes fantásticos, porque pienso que nuestra querida Cuba es un país muy surrealista. Virgilio Piñera dijo que si Dalí y Buñuel hubieran vivido en Cuba, habrían hecho costumbrismo. Siempre mis historias estarán vinculadas a elementos extra realistas. Además, la realidad es bastante fea, y a mí no me gusta mucho.
-¿Veremos alguna vez una película suya sobre la emigración, el regreso a Cuba?
¿Es un chiste, no? (Risas) No, esa se la dejo a los otros. A mí esas cosas de la diáspora me dan una tristeza tremenda. Es terrible. Yo trato de mantenerme lo más alejado posible de esos temas; no porque le huya a los problemas, soy uno de los pocos de mi generación que estoy en Cuba, haciendo audiovisuales. Soy un ejemplo de que sí se puede. Pero la sociedad se ha convertido en hipócrita, y no sé si la gente cuando aborda esos temas es porque realmente los siente, si es para ganarse puntos, o para ir de irreverentes cuando no lo son. En el cubano se ha institucionalizado una doble moral, todo es tan hipócrita.
Me interesan mucho los problemas de mi país, por eso estoy aquí, pero no para ponerlos en pantalla. Trato de ayudar a todo el que puedo, desde ponerle una mano en el hombro a alguien, hasta monetariamente, si me es posible, a veces hasta soy como una especie de sicólogo, de cura confesor. Te digo, hasta ahora, casi ninguno de los trabajos que he visto sobre problemas sociales me parecen todo lo honestos que deberían ser. Además, ¿de qué realidad me hablas, de esa realidad complaciente que se representa? ¿Homofóbia, racismo, y una violencia ya no tan soterrada que se respira en la calle, entre la gente? Eso existe ahora mismo, es cada vez más fuerte, y no lo representa el cine cubano de hoy. Ni siquiera en los filmes latinoamericanos, hechos generalmente por burgueses. Esas historias explotativas sobre la miseria. La historia de la niñita que vende drogas, o del niño sin zapatos que le roban el perro, o de los viejitos con enfermedades terminales que no pueden pagarse un tratamiento, generalmente, quienes hacen esas historias tienen tremendas casas, con piscinas, tremendos autos, y se acercan de manera bastante superficial al tema marginal. Es como un mea culpa, para estar en paz. Entonces los franceses y los americanos, que se erotizan mucho con la porno miseria que Latinoamérica le exporta, lavan también sus culpas, y le dan el premio a ese tipo de películas. Todo es hipócrita, y no quiero ser parte de eso.
-¿Qué valor le concede al cine como termómetro social?
El cine puede ser un arma para adormecer consciencias o para despertarlas, según se utilice. Lo grandioso es que le cabe todo, desde los trabajos de Molina hasta documentales como Océanos, o sobre las FARC y los grupos insurgentes de Centroamérica. Si es bueno o malo, eso lo dirá la vida. A veces legitimamos cosas, y con el tiempo se diluyen. El buen cine siempre sobrevive. ¿Por qué las películas de Orson Welles siguen siendo modernas, y ya tienen cincuenta o setenta años? ¿Por qué todavía Humphrey Bogart nos llega al corazón con su mirada, con el cigarro en la boca y con el vaso de whisky, aunque está muerto hace más de sesenta años? Lo bueno siempre va a perdurar.
Hay un gran problema ahora, que es una ventaja y también una desventaja, con la democratización de los medios audiovisuales, y con los daneses haciéndole creer a todo el mundo con su sello Dogma que cualquiera puede hacer películas. La gente no se da cuenta de que es una burla, Lars Von Trier está todo el tiempo provocando. Ahora cualquiera coge una camarita y hace una película. Siempre he dicho que si se le da una cámara a un mono, él va a filmar también, y no quiere decir que la película sea buena.
La ventaja es que todos podemos filmar, y la desventaja es que no siempre es bueno, no todo el mundo sabe contar historias. Si con esa cámara se puede lograr que quien lo vea sienta algo, está bien. Si puedes lograr que se conviertan en zombis, estás jodido.
-¿Siente que ha logrado impactar de alguna manera con sus obras?
Yo no siento nada. Realmente he hecho los audiovisuales que he querido: si son buenos o malos, no es mi problema. Si le gustan a la gente o no, tampoco es mi problema. Si logran un efecto en las personas, genial. Si no, me jodí. Hago películas para mí, ante todo. Primero tengo que estar contento con lo que hago. Si hago pensar al público, que bueno, pero no es mi intención. Sencillamente quiero contar historias que te den duro en el pecho.
Una película solo tiene vida mientras la vea un receptor. Después se convierte en una bobina, un DVD, o lo que sea, en un estante, y no existe más. Eso es lo efímero del cine. Además, cuando uno ve una película, después se hace su propia película, que llega de manera diferente a cada cual. Yo creo que eso es lo grandioso del arte: cada cual puede darle la lectura que quiera, y todos tienen su verdad. Eso es lo lindo, y si se logra, ya es un paso importante. Lo demás es banalidad. ¿Qué es ser un cineasta? Si más importante que yo es un tipo que corta caña, o el panadero que se levanta a las 4 de la mañana, o el obrero de una fundición de acero. Yo tengo la dicha de levantarme a la hora que quiero o por lo menos no tan temprano como los demás. No podría hacer pan, o a lo mejor no lo haría tan bien, porque no me gusta. Quizás un panadero o un cortador de caña, son más posmoderno que yo.
-¿En qué se diferencia una de sus películas de un porno?
¿Y qué es lo porno? Es un término bastante vilipendiado, ultrajado por gente ignorante que lo usa en su vocabulario sin tener idea siquiera de lo que es. Hay pornografía de la miseria, esa que nos venden los medios de comunicación, pornografía de la violencia, el video del asesinato de Kadafi, en constante transmisión por los medios de difusión, por ejemplo, porno- política, cuando te atiborran de consignas todo el tiempo... La pornografía aplicada al cuerpo humano, no es más que el sexo de manera excesiva y burda. A mí me tildan de todas esas cosas, y quizás sí lo soy. Hay escenas en mis obras que, de alguna manera, homenajean el género hardcore, o lo rozan. Yo creo que son historias de seres humanos que están jodidos, ante todo.
El centro de Molina´s Ferozz, por ejemplo, no es que el perrito lama juguetón en los genitales de la muchacha, y eso es lo que perturba a todo el mundo. Esa escena podría no estar, y la película aún sería fuerte. Yo quise que estuviera porque me gusta su ternura e inocencia, y porque creo que hay que romper barreras. En Ferozz se está hablando de una familia en un campo cubano, que sí las hay así, porque el monte cubano no es el jolgorio de Palmas y cañas. La zoofilia, el incesto, y todo eso existe, aunque no queramos hablar de ello por la doble moral y la hipocresía.
Hay quien dice que soy un pornográfico, un enfermo y seguro en su intimidad consume películas de zoofilia y otras parafilias, etc. Si soy pornógrafo, bienvenido sea. Ojalá el porno pudiera hacer películas como esa. No se puede catalogar a El imperio de los sentidos (Nagisa Oshima 1976) como pornografía. Me imagino que en 1976 a su director lo atacaron, pero ya todo el mundo sabe que es una obra de arte. Además, quien se excite con eso está bastante loco, por lo deprimente que es. Lo mismo pasa con Ferozz.
-¿Es el porno por el porno, la violencia por la violencia?
La violencia está en todas partes, en la vida misma, ya el acto de nacer es un acto violento. Vivir se está convirtiendo en algo muy violento. Sobre lo otro: ¿Con qué criterio se determina el carácter pornográfico de una imagen? Lo pornográfico no está tanto en las características propias de esa imagen o del objeto que se aprecia, sino en los ojos de quien lo mira, y en su cerebro cargado de moralina. El escritor francés Alain Robbe-Grillet dijo que "la pornografía para unos es el erotismo para otros". ¿Quién tiene la verdad en la mano? Eso es una cuestión netamente conceptual.
-Ningún otro cineasta cubano explora esos mundos “oscuros” como usted, ¿por qué cree que no lo hacen?
Pensemos que es porque no les interesa, y están explorando otras zonas. Tal vez, un día todos quieran hacerlo, y digan que antes no lo hacían porque los prohibían y bla, bla,bla. Mejor es que no lo hagan, así soy el único, el rey. No tengo competencia, y eso es mucho más interesante. A otro no le pudieras hacer esta entrevista.
El cine cubano se ha quedado en lo local, no es capaz de ver más allá de la punta de sus zapatos. Sin embargo, por ejemplo los americanos son unos cabrones, saben cómo vender las cosas. Cuentan tan bien cualquiera de sus películas de mierda, que las hacen universales. Son unos encantadores de serpientes tremendos. Y eso nunca lo ha logrado el cine latinoamericano, o el mal llamado nuevo cine latinoamericano.
El cine latinoamericano se ha encargado desde los 60, cuando empezó todo el boom, de exportar porno miseria a Europa. Esas historias trágicas, de gente miserable, de gente hambrienta, con esa tremenda carga melodramática que nos caracteriza, el epítome de las desgracias, todo eso es porno miseria o la estética de esto y de lo otro, como el cine de un montón de gente de esa época. No jodan, si nosotros también tenemos otras cosas que mostrar.
Siempre he querido estar alejado de eso. Cuesta mucho trabajo, porque te miran de otra manera, eres el bicho raro, o el perturbado. Generalmente es Molina, el loco. Pero poco a poco uno se va imponiendo. Antes te controlaban, porque tenías que morir con el ICAIC, pero ya no. Ahora con cualquier camarita se hace algo, aunque sea menor la calidad de la imagen. Si tienes algo contundente que contar, la gente lo ve, aunque esté narrado en sánscrito.
La distribución también está resuelta, sobre todo con el Internet. Si no recibes dinero, no importa, porque te están viendo millones de personas. La mayoría de mis cortos están en Internet. Si no me ponen aquí en el cine o la tv, problema de ellos. El trabajo del censor es el trabajo más estúpido y triste que existe. Si no quieren poner tu película, regálasela a la gente que tiene bancos de videos, o pásalas en memorias USB.
No hago cine para ganar dinero. Casi todas mis películas las he producido yo, con mis recursos o con la ayuda de mis amigos, de la escuela de cine. Uno me manda un casette, otro me presta una cámara, otro que pone dinero, actores que me quieren y trabajan conmigo.
-¿Hasta qué punto ha implicado una limitación de la calidad artística el trabajo minimalista?
Hay opiniones controvertidas sobre eso. Hace un tiempo, ese personaje que se llama Zoé Valdés publicó algo en su blog sobre mí. Parece que descubrió Molina´s Solarix en youtube o no se donde en la web, y enseguida asumió que era una obra anti... todo, y que incluso estaba hecha con seudónimos. Manuel Marcel, realizador graduado de San Antonio, le escribió al blog y le dijo quién era Molina. Decía más o menos que yo era un cineasta con tal pasión, capaz de sacrificar técnica para contar una historia, sin reprimirse por no tener los medios necesarios. Puede ser, dentro de los irrisorios presupuestos que uso, mis trabajos tienen un acabado bastante potente. Cine pobre no quiere decir cine mal hecho, no es con pobreza de ideas.
Tengo algunos cortos que parecen hechos con mucho dinero para un cortometraje. Molina´s Test, por ejemplo, se hizo aproximadamente con tres mil dólares, y cuando uno la ve parecer haber costado treinta mil dólares, por lo menos. Simplemente, está hecha con un empeño del carajo.
El director de arte hizo un trabajo fenomenal, la directora de fotografía y los actores también. Entonces, el presupuesto es un limitante espacial, actoral, o de producción, pero no limita la creatividad. Siempre he dicho que el artista bajo presión es más creativo. Con 200 pesos no puedo hacer una película de 2000. Si en el guión aparecían diez locaciones, me tengo que quedar con una.
Molina´s El hombre que hablaba con Marte es completamente minimalista. Fue en una sola locación, variaron los objetos y la luz en los objetos y los actores. Ese trabajo a mí me gusta muchísimo, y a la gente también. Allí hubo limitantes de todo tipo: de dinero, afectivas, tuve que protagonizarlo, al fotógrafo le dio un coma diabético el día antes de comenzar el rodaje… A veces esas limitaciones disparan algo en el cerebro, hay una compensación cuando tienes que suplir las carencias con imaginación. Por eso me gusta tanto el mal llamado cine serie B.
Trabajar solo y en esas condiciones te limita, pero hay algo invaluable: eres libre de hacer lo que te dé la gana, y eso no se puede hacer en una producción oficial.
-¿Es por eso que Molina se considera un samurái sin empleador?
No, la vida me ha llevado a ello. Yo nunca renegué de nada. Sencillamente, hice una declaración de principios con Molina´s Culpa, en el año 1992. Nunca antes había pasado algo así, y la gente lo primero que dijo fue "este tipo está loco, es un pornográfico, aquí no lo queremos". Eso no hay que decirlo de frente, pero cuando uno presenta un proyecto te envían una carta muy bonita donde dice que tu proyecto no fue aceptado, y que te presentes a la próxima convocatoria.
Para insertarme en la industria, tendría que hacer lo mismo que los demás. Y yo no quería hacer lo que hacen los otros. No digo que eso sea malo, pero yo no quería hacer esas películas sobre la realidad. Yo me eduqué con serie B, con El hombre anfibio, Latitud cero, Cronos, Boston Blackie, claro que no puedo querer hacer eso. Yo quiero que la gente sueñe cuando vea una película mía, o se perturbe de alguna manera. No me gusta que se les olvide lo que vieron, como generalmente pasa.
La vida me condujo por el camino del samurái solitario. Traté de insertarme, como cualquier otro, y perdí seis años de mi vida sin hacer nada, después de graduarme como director en San Antonio de los Baños. Pero a mí nadie me va a parar más.
Estuve en la primera Muestra de Nuevos Realizadores por voluntad de Juan Antonio García Borrero, porque nadie me quería allí. Yo fui para no quedar mal con Juan Antonio, no porque quisiera nada de eso. Empecé a hacer películas para mí, sin expectativas de ponerlas en algún lado, y también para no frustrarme. No todo el mundo puede estudiar lo que quiere, yo lo había hecho, por lo tanto, no podía frustrarme, hubiera sido muy triste hacer otra cosa, como le ha pasado a muchos.
Con Molina´s Culpa comenzó el culto, por lo que provocó cuando se estrenó en un evento en provincia. Primero, todo el mundo decía que yo era un pesa´o, "es tan ególatra que le pone Molina a sus películas"... Y yo lo hice como una provocación. Fellinni y Andy Warhol también lo hicieron, ¿por qué yo no? Ahora todos esperan el próximo Molina´s. No me autocensuro, cuando estoy creando, ni pienso en lo que va a pasar después con la obra.
- ¿Son acaso la muerte, la violencia, el sexo, una manera de llegar a lo universal?
El sexo y la muerte siempre están ligados, desde los griegos antiguos. Yo nunca quisiera morirme, ahora menos, cuando sé que puedo dar muchas cosas. Pienso mucho en ello, quizás por eso es mi obsesión con la muerte.
El sexo es la vida. Quien me diga que puede prescindir del sexo es un mentiroso compulsivo, porque por lo menos pajas tiene que hacerse. Yo siempre he dicho que si uno tiempla bien, la vida le sonríe de otra manera. Saludas a todo el mundo en el trabajo, llegas con una sonrisa. Si estás mal templado, eres agrio, huraño. Creo que es importante tener una sexualidad plena para ser más creativo. Siempre digo que si los presidentes más poderosos del mundo templaran más, el mundo sería más hermoso.
Esos dos temas están muy ligados a mi vida. Cuando se muere alguien cercano a mí, yo me niego a ir a la funeraria, o al entierro. Eso me perturba mucho.
Mi obra me sirve para hacer catarsis. ¿Ustedes a veces no han sentido ganas de matar a alguien? A mí me ha pasado… pero hay leyes que lo impiden. Quizás las cosas que hago en el arte son para canalizar toda esa furia de animal que tengo. Es como una terapia, y me funciona muy bien. No bebo, ni fumo, no consumo drogas. Yo estoy en un nivel mucho más alto que toda esa porquería. Mi droga es hacer audiovisuales, y lo que me deprime es no filmar.
-¿Qué entiende Jorge Molina por cine joven y arte joven?
Cine joven es todo aquel que se hace por gente de cualquier edad, desde una niña de seis años (como mi hija chiquita), hasta un viejo de 86 como Sídney Lumet, que murió el año pasado y filmaba con una juventud del carajo. Eso es arte joven. El mal llamado cine Joven, porque lo asocian con una edad pos- adolescencia, no tiene por qué ser joven en realidad. Peca de montones de cosas: hay mucho esnobismo. Está de moda hacer cine, y cualquiera cree que puede hacerlo. Así puedes ir a un lugar donde hay una alfombra, sea roja, azul o verde, cosa en la que yo me he cagado siempre, puedes tener jevitas o jevitos, según la orientación sexual. Yo comencé en el cine porque me apasionaba, también pensaba que iba a templar mucho, y no me ha ido mal, pero tampoco tan bien como quería. Si lo hacen por eso, están embarcados. Eso de que los directores se templaban a las actrices era en la época del Hollywood clásico.
Hay mucha inmadurez, y muy poca preparación. Me parece que la educación ha mermado muchísimo. La ignorancia es tal, que se niegan al conocimiento. Estos jóvenes realizadores, mira, a veces me invitan a la Muestra, y al final todo el mundo se va con un mal sabor después de escucharme, trato de moverles el piso, y es que no entienden de qué va la cosa, piensan que porque mueven la cámara, ya han hecho algo. Con esa actitud no puede haber un buen cine joven: no han visto nada. Yo sé que no han visto nada porque están viviendo otra realidad, diferente a la que yo viví. Pero tampoco hacen nada por investigar, buscar y ver, y no saben un carajo de nada.
Otro problema que tienen es el deseo exacerbado de pertenecer a la institución oficial. Cualquier cosa que hagan es para llamar la atención y ser absorbidos. Esa es una actitud fatal. Supongamos que haya diez o quince muchachos talentosos, que dentro de lo poco que han hecho haya algo bueno, al ser absorbidos por el sistema terminan trabajando en oficinas, los absorbe la burocracia, y cuando van a rodar algo ya están muertos en vida.
-¿Se autoincluiría Molina dentro de un verdadero Cine Joven cubano?
Yo creo que sí. Soy un niño todavía. Ahora mismo me siento como si tuviera quince años. Cuando me sienta como si tuviera veinte, a lo mejor hago una película más madura. Las películas que estoy haciendo son las que haría un niño de 12 años.
Si lo que hago provoca cosas en el espectador, evidentemente es un Cine Joven. Si provoca maneras de pensar, reflexión, odio, ira, amor, emociones, entonces es joven. Si no pasa nada de eso, está envejecido, muerto.
-¿Hasta qué punto existe una “democracia” en la relación entre el ICAIC y los nuevos realizadores?
Con perdón de un grupo de gente que aprecio mucho en el ICAIC, en la Muestra, esa es una manera de controlar. Y no viene de ellos, es algo endémico, algo que los supera, es sistémico. Creo que es una actitud hipócrita. El ICAIC no cree en ninguno de esos jóvenes, es una institución muerta. Es más, el ICAIC ya no existe, es una entelequia. Se ha convertido en una institución burocrática llena de oficinas y llena de gente que no hace nada. Si mantiene sus estrategias y fórmulas de producción obsoletas, está muerto. Yo he estado en rodajes donde hay casi doscientas personas y de las cuales trabajan realmente unas treinta. Tiene que cambiar para seguir existiendo. Y no sé por qué los jóvenes quieren pertenecer a eso. Si fuera al ICAIC de los sesenta, que tenía cierta fuerza renovadora…pero a partir de los setenta eso se convirtió en nada. Es una pena.
Hasta ahora no he visto algo de los jóvenes, para decir realmente wau. Lo que va a la Muestra generalmente es muy pobre. De hecho, en la última les costó trabajo hacer una curaduría, sacar lo mejorcito dentro de todo l0 presentado. Cada vez van más para atrás. Y es por una actitud de rebelde sin causa. Siempre he dicho que la irreverencia es buenísima, pero sólida y con causa. Siento que es una generación bastante vacía, no tiene nada que contar. Es la generación de los transformers, y es terrible. No van más allá de los ejercicios que les ponen en las escuelas. Hay que ver cine, la televisión, aunque sea una mierda, hay que leer, hay que investigar. Un cineasta tiene que observar cómo se mueve la gente en la calle.
-¿Qué le haría falta a esta generación para emerger con identidad propia?
Primero, unidad, están dispersos y así es fácil dividirte, les haría falta un pensamiento, ponerse para ser gente de su tiempo, y dejar el babeo ese. Tiene que haber talento y pasión también. El cine, como cualquier arte es un acto de pasión y de entrega. No puede ser superficial, como los personajes esos que se ponen sombrerito, se dejan el chivito, una ropita rara y una mochilita, con esa actitud seudocatedrática de artistas. Si siguen así están jodidos.
Deben ser más solidarios. Son muy egoístas, se llevan mal entre ellos. No existen como generación porque están desunidos. Tienen actitudes infantiles, uno tiene una máquina y no se la presta al otro para que no edite, porque ve un peligro en el corto ajeno. Que estupidez.
-Usted ha dicho que el cine cubano está muerto, ¿será posible revivirlo?
Sí, claro, siempre. Revivirá cuando esa actitud excluyente termine. El cine cubano no es sólo el hecho aquí por el instituto de cine, es el alternativo hecho en la calle, en escuelas, es también el de la diáspora. Claro que se puede revivir, como puede revivir el país, el proceso revolucionario, todo; cuando haya ante todo respeto, tolerancia y aceptación, cuando podamos discrepar sin que consideremos al otro enemigo, y haya un debate sólido y honesto. El cine cubano está muerto, pero que viva el cine cubano.
domingo, 13 de noviembre de 2011
UN POSMODERNO INCONSCIENTE
Hoy domingo, publico una de las dos entrevistas que me hicieron los estudiantes de cuarto año de periodismo Felix Salgado y Lidia Hernández para un trabajo de fin de semestre de una de las asignaturas que reciben en la facultad. En este post la de Felix, en el próximo sale la de Lidia.
Un posmoderno inconsciente
por Félix Salgado López
Cuando nos referimos a un autor posmoderno en Cuba, no podemos dejar de mencionar al director cinematográfico Jorge Molina, quien a nuestra consideración reúne todas las cualidades para ser considerado como tal. Aunque, por supuesto, él mismo no se considere así, pues su “principal misión es hacer cine de la manera en que lo siente correcto”.
Desde 1992, con la realización de su trabajo de graduación Molina´s Culpa, ya este joven autor muestra su irreverencia ante el canon “icaicentrista”. Al margen de las regulaciones institucionales, ha realizado una carrera profesional que avala su increíble preparación y conocimientos de la Historia del cine. Entre sus obras destacan Molina´s Test, Molina´s Solarix, Molina´s Mofo, Molina´s Fantasy y, la más reciente, Molina´s Ferozz, a las cuales les imprime un estilo propio.
- ¿Se considera Molina un cineasta posmoderno?
Puedo hacer obras con elementos realistas o fantásticos, pero me llama la atención cuando me catalogan como un cineasta posmoderno, porque yo ni siquiera sé lo que es la modernidad o la posmodernidad, nunca me lo he preguntado. Mis referentes son, básicamente, todo el cine. Todas las películas que vi es lo que ha influido en que haga un cine de tipo “pastiche”, o sea, con diferentes géneros, diferentes estéticas, pero a la vez lo he convertido en algo muy personal, que es lo más difícil.
La posmodernidad en el cine, definámosla como aquellos cineastas que reciclan lo que ya está hecho, tratando de darle una dimensión nueva pero que en realidad no es nuevo. La cuestión está en cómo se narra otra vez una historia ya contada. En el cine actualmente nadie revoluciona el lenguaje. El último que lo hizo fue Godard. Eso que llaman video arte, para mí, y aclaro, es mi opinión, es donde los mediocres se escudan, pues no tienen ni la más puta idea de narrar, hacen cualquier porquería y les dicen posmodernos.
- Entonces, ¿el cine no tiene nada nuevo que contar?
Casi todo está hecho. Creo que el cine como arte se está agotando. El mundo toma un nivel de idiotización que las películas parecen videojuegos. ¡Eso es terrible! Y cada vez hay menos autores.
El cine que se consume es el de las rocitas de maíz, banal. La generación de ahora es la que yo llamo generación transformers. Si eso es posmodernidad, pues está muy jodida. Cada vez es más difícil sentir en el cine, vivir emociones, casi todo el mundo se va del cine y no recuerda nada de lo que vio.
El reto de los cineastas actuales reside en cómo reciclar las historias y contarlas como si estuvieras diciendo algo nuevo.
- ¿Es Molina un bicho raro en nuestro contexto?
Bueno… sí. Si eso es ser un bicho raro, entonces lo soy. Mis obras tienen un poquito de todo, sexo, violencia, crítica a la banalidad de los medios de difusión, la distopía. Estoy obsesionado con el futuro, ese que no conocemos, que nos imaginamos y que se me hace un poco pesimista.
La vida útil de un artista es de los 20 a los 60 años, por eso hay que trabajar duro. Es muy difícil lograr un estilo, y yo lo he conseguido bastante rápido, creo que por eso me desmarco de los cineastas cubanos actuales. Desde mi primera película ya tenía personalidad, eso es un don, se nace con eso. Hay gente que pasa toda la vida filmando y nunca se encuentra. Me enorgullezco de tener mi propia marca, pero en realidad se basa en la referencia, en tomar de otros directores y hacerlo parecer mío, con otra manera de contar.
Soy bastante clásico, mi cámara casi no se mueve. Básicamente trato de que la cámara sea un personaje más, esté ahí y contemple lo que está pasando. Me encantan los primero planos, el rostro, ese es el territorio menos explorado por el cine y a la vez es el paisaje más interesante. Hay una tendencia a alejarse y creo que hay que meterle la cámara en la cara a la gente. Quiero crear emociones sin artilugios ni efectos técnicos.
En Cuba soy más bien una excepción, y eso está demostrado. Si encuentras otro colega del patio como yo, empújalo que es de cartón.
Creo que otro realizador con una personalidad cinematográfica definida, es Fernando Pérez, pero no por un estilo definido a través de su puesta en escena, es más bien por el tono de sus películas, la manera particularmente melodramática de contar sus historias, las hace homogéneas. Todas tienen como un toque de melancolía, de tristeza, y eso es producto de su propia personalidad. Pero tú identificas las películas de Fernando no por cómo usa la cámara, sino por el tipo de historia que cuenta: de amor a la Patria, las separaciones de familias, el no futuro, y esas cosas que son tan “cubanas”.
Tú no me conoces por la cubanía en mis trabajos, a pesar de que me siento el más cubano de los realizadores, ni por tratar los problemas sociales de mi época. Lo mío es transmitir emociones aunque la historia ocurra en Marte, en un bunker post-nuclear o en la campiña cubana. Mi objetivo es un audiovisual de sensaciones y que no necesariamente sean cotidianas.
¿Andas en algún nuevo proyecto?
Ahora mismo tengo dos proyectos para hacer: uno es inspirado en un cuento de Arturo Arango, que se llama Invitemos a Mariela. Es la historia de dos compañeros de oficina que se conocen de hace tiempo, pero que nunca se fijarían el uno en el otro. Terminan enredados, pero no tienen un lugar donde tener un sexo verdaderamente pleno. Deciden ir a una sombría casa de alquiler. El cuarto donde se alojan es de la nieta de la dueña, una muchachita de espejuelos, que está en primer año de la universidad, preciosa, una Lolita.
Los dos personajes se obsesionan con la Lolita, y ahí comienza una historia de sexo, violencia, y de un cautiverio absurdo, en parte deseado y en parte padecido como en El ángel exterminador de Buñuel. Quieren irse de la casa, pero no pueden. Tiene tintes fantásticos, pero el lugar donde trabajan puede ser la oficina de un festival, un centro cultural, un instituto de no se qué, un lugar burocrático, de esos donde la gente se liman las uñas…
La segunda historia sería protagonizada por mí. Es un argumento de un guionista amigo mío, Alejandro Hernández. El muy cabrón aun no me ha entregado el guión, lo estoy esperando. Trata de un personaje que hasta ahora se llama Molina, que tiene una familia muy linda, una hija, es un hombre dedicado a su casa. Él trabaja en un centro turístico de los cayos, o eso es lo que creen su mujer y su hija. Resulta que en realidad Molina hace videos pornos, y se los da a un alemán que trabaja en una embajada, para que los venda en Europa.
Hasta que un día, el alemán que se llama Johan, le dice que pruebe a un prieto que conoció en Guantánamo, Guepetto Chevalier (porque supuestamente la tiene muy grande). Molina le dice que él trabaja solo, aunque luego accede a hacer la película con Gueppeto. Entonces ahí se complican las cosas…
Un posmoderno inconsciente
por Félix Salgado López
Cuando nos referimos a un autor posmoderno en Cuba, no podemos dejar de mencionar al director cinematográfico Jorge Molina, quien a nuestra consideración reúne todas las cualidades para ser considerado como tal. Aunque, por supuesto, él mismo no se considere así, pues su “principal misión es hacer cine de la manera en que lo siente correcto”.
Desde 1992, con la realización de su trabajo de graduación Molina´s Culpa, ya este joven autor muestra su irreverencia ante el canon “icaicentrista”. Al margen de las regulaciones institucionales, ha realizado una carrera profesional que avala su increíble preparación y conocimientos de la Historia del cine. Entre sus obras destacan Molina´s Test, Molina´s Solarix, Molina´s Mofo, Molina´s Fantasy y, la más reciente, Molina´s Ferozz, a las cuales les imprime un estilo propio.
- ¿Se considera Molina un cineasta posmoderno?
Puedo hacer obras con elementos realistas o fantásticos, pero me llama la atención cuando me catalogan como un cineasta posmoderno, porque yo ni siquiera sé lo que es la modernidad o la posmodernidad, nunca me lo he preguntado. Mis referentes son, básicamente, todo el cine. Todas las películas que vi es lo que ha influido en que haga un cine de tipo “pastiche”, o sea, con diferentes géneros, diferentes estéticas, pero a la vez lo he convertido en algo muy personal, que es lo más difícil.
La posmodernidad en el cine, definámosla como aquellos cineastas que reciclan lo que ya está hecho, tratando de darle una dimensión nueva pero que en realidad no es nuevo. La cuestión está en cómo se narra otra vez una historia ya contada. En el cine actualmente nadie revoluciona el lenguaje. El último que lo hizo fue Godard. Eso que llaman video arte, para mí, y aclaro, es mi opinión, es donde los mediocres se escudan, pues no tienen ni la más puta idea de narrar, hacen cualquier porquería y les dicen posmodernos.
- Entonces, ¿el cine no tiene nada nuevo que contar?
Casi todo está hecho. Creo que el cine como arte se está agotando. El mundo toma un nivel de idiotización que las películas parecen videojuegos. ¡Eso es terrible! Y cada vez hay menos autores.
El cine que se consume es el de las rocitas de maíz, banal. La generación de ahora es la que yo llamo generación transformers. Si eso es posmodernidad, pues está muy jodida. Cada vez es más difícil sentir en el cine, vivir emociones, casi todo el mundo se va del cine y no recuerda nada de lo que vio.
El reto de los cineastas actuales reside en cómo reciclar las historias y contarlas como si estuvieras diciendo algo nuevo.
- ¿Es Molina un bicho raro en nuestro contexto?
Bueno… sí. Si eso es ser un bicho raro, entonces lo soy. Mis obras tienen un poquito de todo, sexo, violencia, crítica a la banalidad de los medios de difusión, la distopía. Estoy obsesionado con el futuro, ese que no conocemos, que nos imaginamos y que se me hace un poco pesimista.
La vida útil de un artista es de los 20 a los 60 años, por eso hay que trabajar duro. Es muy difícil lograr un estilo, y yo lo he conseguido bastante rápido, creo que por eso me desmarco de los cineastas cubanos actuales. Desde mi primera película ya tenía personalidad, eso es un don, se nace con eso. Hay gente que pasa toda la vida filmando y nunca se encuentra. Me enorgullezco de tener mi propia marca, pero en realidad se basa en la referencia, en tomar de otros directores y hacerlo parecer mío, con otra manera de contar.
Soy bastante clásico, mi cámara casi no se mueve. Básicamente trato de que la cámara sea un personaje más, esté ahí y contemple lo que está pasando. Me encantan los primero planos, el rostro, ese es el territorio menos explorado por el cine y a la vez es el paisaje más interesante. Hay una tendencia a alejarse y creo que hay que meterle la cámara en la cara a la gente. Quiero crear emociones sin artilugios ni efectos técnicos.
En Cuba soy más bien una excepción, y eso está demostrado. Si encuentras otro colega del patio como yo, empújalo que es de cartón.
Creo que otro realizador con una personalidad cinematográfica definida, es Fernando Pérez, pero no por un estilo definido a través de su puesta en escena, es más bien por el tono de sus películas, la manera particularmente melodramática de contar sus historias, las hace homogéneas. Todas tienen como un toque de melancolía, de tristeza, y eso es producto de su propia personalidad. Pero tú identificas las películas de Fernando no por cómo usa la cámara, sino por el tipo de historia que cuenta: de amor a la Patria, las separaciones de familias, el no futuro, y esas cosas que son tan “cubanas”.
Tú no me conoces por la cubanía en mis trabajos, a pesar de que me siento el más cubano de los realizadores, ni por tratar los problemas sociales de mi época. Lo mío es transmitir emociones aunque la historia ocurra en Marte, en un bunker post-nuclear o en la campiña cubana. Mi objetivo es un audiovisual de sensaciones y que no necesariamente sean cotidianas.
¿Andas en algún nuevo proyecto?
Ahora mismo tengo dos proyectos para hacer: uno es inspirado en un cuento de Arturo Arango, que se llama Invitemos a Mariela. Es la historia de dos compañeros de oficina que se conocen de hace tiempo, pero que nunca se fijarían el uno en el otro. Terminan enredados, pero no tienen un lugar donde tener un sexo verdaderamente pleno. Deciden ir a una sombría casa de alquiler. El cuarto donde se alojan es de la nieta de la dueña, una muchachita de espejuelos, que está en primer año de la universidad, preciosa, una Lolita.
Los dos personajes se obsesionan con la Lolita, y ahí comienza una historia de sexo, violencia, y de un cautiverio absurdo, en parte deseado y en parte padecido como en El ángel exterminador de Buñuel. Quieren irse de la casa, pero no pueden. Tiene tintes fantásticos, pero el lugar donde trabajan puede ser la oficina de un festival, un centro cultural, un instituto de no se qué, un lugar burocrático, de esos donde la gente se liman las uñas…
La segunda historia sería protagonizada por mí. Es un argumento de un guionista amigo mío, Alejandro Hernández. El muy cabrón aun no me ha entregado el guión, lo estoy esperando. Trata de un personaje que hasta ahora se llama Molina, que tiene una familia muy linda, una hija, es un hombre dedicado a su casa. Él trabaja en un centro turístico de los cayos, o eso es lo que creen su mujer y su hija. Resulta que en realidad Molina hace videos pornos, y se los da a un alemán que trabaja en una embajada, para que los venda en Europa.
Hasta que un día, el alemán que se llama Johan, le dice que pruebe a un prieto que conoció en Guantánamo, Guepetto Chevalier (porque supuestamente la tiene muy grande). Molina le dice que él trabaja solo, aunque luego accede a hacer la película con Gueppeto. Entonces ahí se complican las cosas…
jueves, 3 de noviembre de 2011
RESEÑA DE FEROZZ en twitchfilm.com
Hace unos días salió esta reseña de Molina´s Ferozz en el sitio twitchfilm.com
Morbido 2011: FEROZZ: THE WILD RED RIDING HOOD Review
by Todd Brown, October 29, 2011 1:25 PM
Molina´s Ferozz, una versión extrema del cuento La Caperucita Roja, es el primer largometraje del realizador cubano de culto Jorge Molina, que de seguro atraerá a los fanáticos de las películas transgresoras y a aquellos que buscan emociones fuertes, pero también resultará difícil de encontrar. Difícil porque es una película que pudiera considerarse ilegal en algunos países, tanto es así que su realizador pudiera enfrentar cargos judiciales –incluyendo el mío, Canadá- debido a la extrema carga de contenido sexual que tiene un personaje adolescente representado por una actriz que parece tener la misma edad que el personaje que interpreta.
La familia de Miranda tiene problemas, por no decir algo peor. Es una familia de campesinos que vive en medio de la nada bajo el gobierno de una abuela sádica, una vieja bruja borracha que juega a ser hechicera. Su padre, Lucio, es otro borracho, propenso a ser violento con su esposa y su hija, violencia a la cual lo incita la abuela. Su hermano Dully, quien tiene problemas mentales, es también su tío, hijo de Lucio y de la abuela, pues Lucio embarazó a su propia madre. Si queda alguna esperanza para Miranda y su madre, Dolores, está representada por su tío Inocencio, un hombre que se preparaba para ser sacerdote antes de regresar a atender las tierras de la familia.
La vida parecería mejorar después de la muerte de Lucio, pero aunque con su muerte la abuela pierda el músculo que le servía para amagar, todavía le queda su magia negra. Dolores le advierte a Miranda que no entre al bosque por miedo al Cagüero, una especie de espíritu licántropo que posee a los hombres y los vuelve malvados. Y el triángulo lujurioso entre Dolores, Inocencio y Miranda no augura nada bueno.
Aunque a Ferozz la anuncian como la primera película de terror cubana –pues la producción se terminó antes de Juan de los Muertos- realmente no lo es. Las influencias de Molina llevan la película en una dirección más rara. Algunos personajes, como la abuela y Dully, están representados en un estilo pantomímico, la abuela es un hombre vestido de mujer que recuerda mucho a Terry Jones, de Monty Python en una de sus rutinas de travestismo. Imagínense a Jones representando a la madre de Brian en La vida de Brian, pero cruel y borracha, con una risita socarrona, animando a su propio hijo a que sodomice a su esposa –lo cual hace- para que aprenda a respetar a los mayores y ahí tendrá el punto de partida de Ferozz. Después añádale un poco de la sordidez euro artística de Jess Franco y así obtendrá la fórmula básica de Molina.
Una vez que se aceptan las limitaciones del presupuesto, el look barato de la fotografía digital y la extraña mescolanza de estilos, resulta obvio que Molina tiene talento, pues en la película hay varias secuencias efectivas y convincentes. Sin embargo, a diferencia de A Serbian Film que usa una extrema violencia sexual para hacer énfasis en una idea más profunda, en la obra de Molina no parece haber más fundamento que el de mirar lascivamente a la joven protagonista. La película resulta una provocación sin objetivo fijo, con un par de escenas que resultan casi insostenibles. Aunque no se dañó a ningún animal en la realización de la película hay que decir que PETA ( institución protectora de animales) no se sentiría complacida con el uso que le dio Molina a un cachorrito en un momento clave del filme.
traducción Isabel C. Lanio
texto original en:
http://twitchfilm.com/reviews/2011/10/morbido-2011-ferozz-the-wild-red-riding-hood-review.php
Morbido 2011: FEROZZ: THE WILD RED RIDING HOOD Review
by Todd Brown, October 29, 2011 1:25 PM
Molina´s Ferozz, una versión extrema del cuento La Caperucita Roja, es el primer largometraje del realizador cubano de culto Jorge Molina, que de seguro atraerá a los fanáticos de las películas transgresoras y a aquellos que buscan emociones fuertes, pero también resultará difícil de encontrar. Difícil porque es una película que pudiera considerarse ilegal en algunos países, tanto es así que su realizador pudiera enfrentar cargos judiciales –incluyendo el mío, Canadá- debido a la extrema carga de contenido sexual que tiene un personaje adolescente representado por una actriz que parece tener la misma edad que el personaje que interpreta.
La familia de Miranda tiene problemas, por no decir algo peor. Es una familia de campesinos que vive en medio de la nada bajo el gobierno de una abuela sádica, una vieja bruja borracha que juega a ser hechicera. Su padre, Lucio, es otro borracho, propenso a ser violento con su esposa y su hija, violencia a la cual lo incita la abuela. Su hermano Dully, quien tiene problemas mentales, es también su tío, hijo de Lucio y de la abuela, pues Lucio embarazó a su propia madre. Si queda alguna esperanza para Miranda y su madre, Dolores, está representada por su tío Inocencio, un hombre que se preparaba para ser sacerdote antes de regresar a atender las tierras de la familia.
La vida parecería mejorar después de la muerte de Lucio, pero aunque con su muerte la abuela pierda el músculo que le servía para amagar, todavía le queda su magia negra. Dolores le advierte a Miranda que no entre al bosque por miedo al Cagüero, una especie de espíritu licántropo que posee a los hombres y los vuelve malvados. Y el triángulo lujurioso entre Dolores, Inocencio y Miranda no augura nada bueno.
Aunque a Ferozz la anuncian como la primera película de terror cubana –pues la producción se terminó antes de Juan de los Muertos- realmente no lo es. Las influencias de Molina llevan la película en una dirección más rara. Algunos personajes, como la abuela y Dully, están representados en un estilo pantomímico, la abuela es un hombre vestido de mujer que recuerda mucho a Terry Jones, de Monty Python en una de sus rutinas de travestismo. Imagínense a Jones representando a la madre de Brian en La vida de Brian, pero cruel y borracha, con una risita socarrona, animando a su propio hijo a que sodomice a su esposa –lo cual hace- para que aprenda a respetar a los mayores y ahí tendrá el punto de partida de Ferozz. Después añádale un poco de la sordidez euro artística de Jess Franco y así obtendrá la fórmula básica de Molina.
Una vez que se aceptan las limitaciones del presupuesto, el look barato de la fotografía digital y la extraña mescolanza de estilos, resulta obvio que Molina tiene talento, pues en la película hay varias secuencias efectivas y convincentes. Sin embargo, a diferencia de A Serbian Film que usa una extrema violencia sexual para hacer énfasis en una idea más profunda, en la obra de Molina no parece haber más fundamento que el de mirar lascivamente a la joven protagonista. La película resulta una provocación sin objetivo fijo, con un par de escenas que resultan casi insostenibles. Aunque no se dañó a ningún animal en la realización de la película hay que decir que PETA ( institución protectora de animales) no se sentiría complacida con el uso que le dio Molina a un cachorrito en un momento clave del filme.
traducción Isabel C. Lanio
texto original en:
http://twitchfilm.com/reviews/2011/10/morbido-2011-ferozz-the-wild-red-riding-hood-review.php
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